De viaje. Las penas de un cronista italiano
Martín Castilla
BERLIN (De un enviado especial).- Después de mucho tiempo sin verse, dos amigos se encuentran en unos de los cafés de Potsdamer Platz donde se puede hablar de la vida y verla transitar por delante de los ojos. En el corazón de uno de los dos hay más de una cicatriz. Cuando la primera mujer le sacó el corazón en los primeros días del viaje, Antonio sufrió más de lo que suponía. Una verdadera experta en traiciones era aquella rubia de figura alargada, mirada penetrante y excesiva, que siempre lo citaba a la misma hora en la Puerta de Brandenburgo. Lo había herido con otro, según explicaba a uno de los pocos amigos que aún lo escuchaba.
El golpe lo sintió como un adelanto para los largos días que le quedaban por delante. Aprendió a improvisar excusas. Se fue despidiendo del amor y de ciertas miradas que lo torturaban. Es italiano, periodista, de calvicie incipiente y una víctima perfecta. Hizo el duelo, lo ayudó la rutina de todos los días. Apuntó firme al trabajo, a la búsqueda de la gran nota y depositó allí su energía. Pasaron hinchadas de mujeres de las que recordaba, a veces, sólo el nombre o ciertas habilidades. Hasta que un día apareció Claudia, una de las cocineras más bonitas que ha conocido.
No dudó, en el medio del Mundial necesitaba enamorarse y se empecinó con ella. La morocha carecía de intuición, no registraba el trabajo del periodismo, era extrañamente simpática, demasiado para la capacidad de entendimiento de Antonio, que repasó de nuevo las lecciones de seducción que le dieron sus amigos en Roma. Intuyó que era otra oportunidad. En la medida en que más se acercaba a ella, más se involucraba con la posibilidad de formar algo.
Aunque no había pasado nada, Antonio soñó con irse a vivir con ella. Pero Claudia comprendió que Antonio se confundía. De un día para el otro hizo un clic, se puso avara en el afecto y exigente con los minutos de charla que podía regalarle. Fue cuando Antonio empezó a temer por el fin de la relación. En pocos días, Claudia mostró su carácter escondido, lo increpó porque sentía que la acosaba. Estalló para dejar en evidencia la confusión. Escándalo en el medio del centro de prensa. Lo desplazaron hasta sus colegas, conoció el desprecio por ser, supuestamente, un perdedor. Hasta la soledad lo dejó solo.
Lo vieron en las calles de Mitte, avejentado en poco tiempo pero moderadamente feliz. Sumergió la cabeza otra vez en el Mundial, espera trabajar hasta el final. Ver a Italia campeón. Al menos eso.
lanacionar