Leonas, un estilo
Las chicas del seleccionado argentino regresarán hoy tras la consagración en Holanda; con carisma y un sello marcado a fuego, se afianzan como las niñas mimadas del deporte
Las Leonas se convirtieron, definitivamente, en las niñas mimadas del deporte argentino; acaso por los importantes resultados de los últimos años; quizá por un innato carisma que muchas veces no tiene una explicación racional; lo cierto es que hace unas horas las chicas del hockey femenino argentino se adjudicaron el Champions Trophy, en Amstelveen, Holanda, al ganarle al equipo local por 3 a 2 en la final, y desataron otra vez una gran euforia que caló hondo en aquellos que vibran con el deporte –y otros no tanto–, más allá de la disciplina favorita.
Es curioso: el hockey femenino vernáculo no convoca demasiada gente; sí, muchas chicas que lo practican; pero basta que las Leonas aparezcan en una competencia con las camisetas celestes y blancas para que detrás de ellas se encolumne la gente; incluso aquellos que pocas veces vieron un partido de hockey; juegan las Leonas y –TV de por medio–, tienen una hinchada impensada hace unos años.
Desde la fría estadística se puede decir que desde hace casi una década las chicas están en el primer nivel mundial; de todos modos, el salto a la popularidad ocurrió con la conquista de la medalla plateada en los Juegos Olímpicos de Sydney, en 2000, convertidas por propia elección en las Leonas; con obligados cambios de los hábitos de mucha gente de la Argentina –TV mediante– para verlas en acción en la otra punta del mundo.
El principio de la euforia . Curioso destino deportivo de las chicas; viajaron a Sydney despedidas por sus familiares y volvieron convertidas en ídolas; de pronto la popularidad las empujó a lo mediático y es habitual que aparezcan en los medios; siempre asociadas con la camiseta blanca y celeste; nunca con los colores de sus equipos tradicionales.
El fenómeno de las Leonas sorprende a cada paso; tienen un sello inconfundible, a tal punto que existe un feeling con la gente que conmueve; sobran ejemplos: casi 5000 personas presenciaron el último amistoso con Australia, en abril último, en la cancha de Gimnasia y Esgrima; otras 8000 colmaron el Estadio Nacional de Quilmes en la final del Mundial Junior, un mes después, cuando históricamente el hockey no convocaba –ni siquiera en los torneos locales o en algún clásico– demasiado público; con la presencia consuetudinaria de sus propios familiares; no más.
El fenómeno Leonas está latente y va en aumento; hasta las rivales se sorprenden por tanta popularidad. Recientemente, cuando las australianas estuvieron de gira por nuestro país, comentaban el furor que advertían por el hockey femenino; lejos, muy lejos de lo que ocurre en su país, con un seleccionado en la elite del mundo; con éxitos deportivos de por medio, pero sin difusión; sin que la TV les dé un lugar.
Justamente a las australianas las sorprendía que Vanina Oneto, una de las más populares, tenía que salir con guardaespaldas por el acoso de los fanáticos que buscaban un autógrafo o algún recuerdo; en cambio, cuando la misma delantera se pone la camiseta de San Fernando pasa casi inadvertida en cualquier cancha local.
Está claro: las Leonas ocupan un lugar especial ; son una mezcla de fuerza y belleza; tienen un estilo marcado a fuego y conjugan muy bien el deporte con la atracción, como si de pronto la imagen del seleccionado se hubiera incorporado en el imaginario popular, y no hay muchas dudas de ello. Basta observarlas en una cancha con la camiseta argentina, con esa garra que contagia y un juego de altísimo nivel para que se consolide esa alquimia pasional que las une con la gente como pocas veces ocurre en el deporte; o en muy contados casos.
Hoy, bien temprano, poco después de las 6, las Leonas llegarán a Ezeiza; con ellas se renovará el idilio por tenerlas otra vez en casa. Y triunfadoras.
A Margalot le esperan nuevas experiencias
Una de las protagonistas de la coronación en el Champions Trophy fue Mercedes Margalot. El futuro inmediato le deparará nuevas situaciones a la defensora. “Firmé un contrato con Oranje Zwart, un club de Holanda. Ellos me dan departamento, auto, me pagan todos los gastos y aparte me dan un sueldo por mes que me alcanza para vivir con total comodidad y dedicarme exclusivamente al hockey. Eso sí, no se asemejan a los contratos del fútbol o del rugby”, señaló.
Según ella, le convenía seguir viviendo en Buenos Aires, ya que la Secretaría de Deportes le daba 800 pesos por mes; además, recibía otro salario de Saint Catherine’s, en donde entrenaba a las divisiones inferiores del club. Sin embargo, la jugadora le dio prioridad a una distinta experiencia de vida, tanto en el aspecto deportivo como en las relaciones sociales.
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