Punto de vista. Les sobra roce internacional
ATENAS.- Se recuerdan otras épocas, cuando los entrenadores y analistas del basquetbol argentino fundamentaban algunas caídas importantes del seleccionado en la falta de "roce internacional"; en que cuando llegaban los momentos calientes, la ansiedad, los nervios o la desesperación calaban muy profundo en el espíritu de los jugadores. Que se obnubilaban, que aparecía el miedo escénico.
Y había mucho de verdad en aquellas afirmaciones. Los basquetbolistas salían al exterior y miraban todo con asombro. El respeto por los rivales surgía sin que pudieran evitarlo. Miraban sorprendidos a figuras que sólo habían visto alguna vez por TV o en revistas. El eficaz trabajo de muchos técnicos desconocidos que fueron tallando desde niños a los grandes jugadores de hoy fue uno de los motivos de la metamorfosis. El alto nivel competitivo de la Liga Nacional, que los forzó a pulirse, otro. Y, finalmente, el esfuerzo personal y el éxodo hacia las principales competencias terminó por convertirlos en atletas profesionales y de alto rendimiento. Campeones en Europa y muchos con futuro NBA. No por casualidad en la próxima temporada de la liga norteamericana habrá un récord de jugadores de nuestro país, con Ginóbili, Nocioni y Delfino.
El resto de este seleccionado, que ayer brindó otra inmensa alegría, seguirá sumando galardones, prestigio y experiencia en los mejores equipos del mundo FIBA. Todo ellos tienen la piel curtida, suman años de oficio y están acostumbrados a lidiar con otras grandes estrellas. A ellos nada los asombra. En todo caso, es al revés: tienen la mente fuerte luego de mil batallas. El de ayer fue un ejemplo claro: no admiraron a los rivales, no los amedrentó la hostilidad ni se dejaron devorar por la ansiedad cuando perdían por 8 puntos sobre el final del primer tiempo. A este plantel le sobra "roce internacional". Tanto, que ayer pudieron dejar en silencio a una multitud enfervorizada e igualar, como mínimo, la mejor posición olímpica del basquetbol argentino: 4os en Helsinski 52. Y van por más?
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