Los Pampas XV, íntimos
Los Pampas XV aterrizarán hoy por la mañana en Durban para completar en esa ciudad, situada a orillas del océano Indico, la preparación con vistas al trascendental compromiso de mañana frente a los Sharks XV (a las 14 hora argentina), en busca de la clasificación para los cuartos de final de la Vodacom Cup sudafricana. "Es un octavos de final", me cuenta, vía mail, Miguel Avramovic, el más experimentado de un plantel que protagoniza un mojón histórico para el rugby argentino. "Fue clave la semana de descanso que tuvimos durante Semana Santa", me agrega, por teléfono, Agustín Figuerola, uno de los pocos que ya se calzaron, además, la camiseta Puma.
Lo que dice el medio scrum del CASI cuenta con aprobación unánime en una delegación que está instalada en tierra sudafricana desde el 17 de febrero para experimentar la primera participación de un seleccionado argentino en un torneo regular profesional en el exterior. Esos siete días de paréntesis sirvieron, fundamentalmente, para darle aire a la cabeza. De hecho, a la vuelta, los Pampas XV saltaron a la posibilidad de alcanzar los cuartos de final al haber enhebrado dos victorias –ambas con punto bonus– con apenas tres días de diferencia.
¿Qué hicieron los 30 jugadores con el pasaje que les otorgó la UAR para esa semana? Invitaron a novias o amigos para pasear por la bella Sudáfrica y, de paso, salirse por unos días de entrenamientos, sesiones de videos, partidos y encierros en el Stellenbosch Hotel, refugio de los Pampas XV. Sólo cuatro regresaron a la Argentina: Avramovic, Felipe Bettolli, Mauro Comuzzi y Miguel de Achával. Cuando volvieron a juntarse, los ánimos eran otros. Ocurre que ya el rugby no ofrece giras de tanto tiempo y, a lo sumo, estos jugadores suelen no estar más de tres semanas fueras de sus casas.
¿Cómo es un día normal en la rutina de los Pampas XV en Sudáfrica? Desayuno a las 7.30 en el hotel, gimnasio a las 9.30, práctica matutina con los forwards y los medios por un lado y los tres cuartos por otro hasta las 11.30, almuerzo a las 12, descanso hasta las 16, sesión de video a las 16.30, entrenamiento de todo el equipo a las 17 y cena a las 21. Hay dos días libres: miércoles y domingo.
El plantel se mueve en dos combis, una para el staff y otra para los jugadores, que la conducen ellos mismos, con Agustín Creevy, De Achával y Santiago Fernández como choferes líderes. El lugar más visitado en las horas libres fue –ya la temperatura no lo permite tanto– una playa situada a pocos minutos de Stellenbosch.
Sin embargo, la gran atracción en los tiempos sin rugby es el juego de cartas El Tutecillo, exportado por la gruesa comitiva de La Plata, y que tiene ciertos parecidos con La Podrida, emblema en el esparcimiento en las concentraciones de los Pumas. Las partidas son tan duras como chocar contra los sudafricanos. Hay un campeonato de la división A y otro de la B, y aquel al que le toca descender de categoría, es objeto de chanzas durante varios días. Después hay otro grupo, menos numeroso, que consume las horas libres jugando a la PlayStation 3.
Todos los integrantes de la delegación argentina viajaron con una computadora portátil, clave para mantenerse comunicados con la Argentina, vía chat o Skype para hablar por teléfono. También, para seguir a través de Internet los partidos de fútbol que se juegan aquí y, claro, para leer las noticias.
Mañana sabrán si la estada en la tierra de los campeones del mundo se extiende una semana más (de seguir en carrera, las semifinales las jugarán en nuestro país). Pase lo que pase, los integrantes de este combinado nacional habrán escrito otra página, inédita hasta aquí, en el libro del rugby argentino. Otra página para valorarla y, también, para contarla.
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