Maquillar la realidad
La vocación de cambio, la búsqueda de diferentes caminos y alternativas, son el costado más positivo del nuevo formato del torneo de primera división que la AFA, recientemente, puso a consideración de los clubes. Es un nuevo impulso, es otro intento para enmendar errores, para no profundizarlos, para adecuarse a las necesidades que impone el momento.
Se entiende que la reestructuración apunta a recuperar atractivos, a mejorar los ingresos de las tesorerías y a estrechar, fundamentalmente, las diferencias entre Boca y River con el resto. Se trata de una brecha que se amplió al extremo de poner en estado de coma irreversible a la competencia. El diagnóstico le cabe, paradójicamente, al fútbol, un deporte que hace de la imprevisibilidad su esencia. Que en lo impensado funde su encanto y fascinación. En un punto, la coincidencia entre los dirigentes es casi unánime. "Hay que cambiar. Así no se puede seguir", comentan por lo bajo. Las discrepancias surgen a la hora de ver qué tipo de campeonato es el más ventajoso.
Aquí es donde empiezan a pesar los intereses particulares, donde renace con especial vigor la vieja lucha entre grandes y chicos, entre ricos cada vez más ricos y pobres cada vez más pobres. Pasa en la sociedad toda. ¿Por qué esta polarización no tendría que reflejarse en el fútbol?
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La discusión sobre si convienen los torneos cortos o los largos, si es más atrayente y redituable la alternativa a la mexicana que está en pleno estudio, con los veinte equipos de primera divididos en cuatro zonas, con partidos todos contra todos pero sumando puntos sólo para cada grupo, con definición por eliminación entre los dos primeros de cada zona, es, de cualquier manera, una cuestión cosmética para maquillar la realidad. No tiene demasiada incidencia en la cuestión de fondo: cómo hacen los clubes para salir de la crisis.
Más allá de los matices, de los puntos en favor y en contra de los distintos formatos de campeonatos, de si el proyecto que se analiza es de la AFA o de Torneos y Competencias, no se está atacando a los males del fútbol argentino. Los discursos interesados que hablan de propuestas "pocos serias" o de la "necesidad de que todos, o la mayor cantidad de equipos posible, llegue hasta las últimas fechas con chances de pelear por el título" sólo generan una polémica estéril que soslaya el mal manejo de las entidades.
Y en ese sentido, en un medio hiperprofesionalizado, en el cual todos los días más que de una jugada formidable o de un golazo para guardar como el mejor de los recuerdos se habla de convenios de merchandising, acuerdos por gerenciamiento, tercerización de actividades, quiebras, convocatorias de acreedores, ley de fideicomiso, inhibiciones... sigue habiendo una deuda pendiente: la que asumieron en julio del año último los dirigentes en la cumbre de Ezezia.
Desde entonces, lejos de torcer el rumbo, la decadencia se agudizó. Lejos de conseguir el ordenamiento de las finanzas, hoy se aprueba la solicitud de un crédito por 100.000.000 de pesos para hacer frente a deudas que crecen año tras año. Lejos de encontrar a los responsables del descalabro de las instituciones y sancionarlos, algunos dirigentes -no todos- se esconden a la sombra de la falta de castigos. Mientras, se desentienden de las auténticas necesidades de la gente: seguridad, organización, confort, seriedad, respeto, servicios propios de un espectáculo que mueve millones de pesos. Y si no, basta mirar lo que pasó anoche en La Plata...
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