Opinión. Menditeguy, el símbolo de un tiempo distinto
Impregnado por el profesionalismo y el marketing, el deporte de hoy es una usina de ídolos que, lejos de la gente, pero siempre cerca de las grandes corporaciones, marcas y personalidades de otros ambientes, cautivan con su aura de intocables y distantes. Quizá por ello y otro tanto porque hay generaciones que desconocen la filosofía deportiva de unas cuantas décadas atrás, la figura de Carlos Menditeguy, el multideportista argentino por excelencia y de quien pasado mañana se cumplirán 35 años de su fallecimiento, debería cobrar una especial valía. Jugador de polo, squash, golf, tenis, billar, piloto de automóviles y boxeador supo sobresalir en cada disciplina que cultivó y siempre, sin pasarle facturas a nadie las pocas veces que le tocó perder. Cómo cuando claudicó yendo en punta en el GP de TC de 1963, a 15 kilómetros de la llegada. "Quémelo, Linares" , le dijo a su acompañante en referencia al Ford que lo había traicionado, pero no hubo ni un esbozo de reproche para sus mecánicos.
Charles (o Charlie, o don Carlos) era bohemio y profesional a la vez. Hasta eso podía conjugar sin complicarse. Tan bohemio como para dejar sin ocupante a su Maserati en Mónaco y acreditarse una tórrida tarde en la Costa Azul con la entonces ascendente Brigitte Bardot. Tan profesional como para repasar una y mil veces sus auxilios y reabastecimientos en el camino de un Gran Premio de TC para evitar sobresaltos.
A pesar de su ascendencia de alta alcurnia y de su vínculo con el jet set , nunca dejó de estar al lado de la gente. Por eso se lo ovacionaba en cada control en la ruta. Por eso el autódromo casi se cayó el día que lo vio entrar en tres ruedas tras el GP de 1957. Engreído, amante de los caballos y apostador empedernido, brilló en El Trébol pese a que el conjunto -séptuple campeón argentino de polo- era un póquer de ases que completaban su hermano Julio, y Luis y Heriberto Duggan. Por su inactividad, cuando la Asociación le bajó el handicap de diez goles a nueve, se enojó y prometió que en un año recuperaría la mejor valorización. "Soy el mejor jugador de polo, porque gané acá, en los Estados Unidos y en Inglaterra" , sostuvo. Volvió, fue campeón otra vez y de nuevo lució los diez goles que él creía merecer.
Despojado de todo compromiso y solemnidad, Juan Manuel Fangio -el mejor deportista argentino de la historia-, dijo una vez: "Menditeguy no fue campeón mundial, simplemente porque no quiso" . Una frase que, por el relieve de quien la emitió, simboliza mejor que cualquier otra la figura de un sportsman irrepetible, al que siempre hace bien recordar.
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