Basquetbol. Milanesio, singular historia
La casualidad convivió con el base cordobés, que ayer cortó una racha de 649 partidos consecutivos
Un día, hace más de 16 años, los dirigentes de Atenas, se trasladaron hasta Hernando, una población cercana a Río Tercero, para llevarse a Córdoba a un juvenil goleador que rompía las redes de la zona: Mario Milanesio.
Después de unos minutos de negociación, Milanesio padre puso una condición :"Mario se va a Atenas si también se llevan a Marcelo, su hermano". Así comenzó, casi por casualidad y a cambio de un Fiat 600 usado, la carrera deportiva del más exitoso basquetbolista argentino de todos los tiempos, el único que ganó un Olimpia de Oro y disputó cuatro mundiales. El base de Atenas que anoche, por primera vez en 14 años y después de jugar 649 partidos ininterrumpidos en la Liga Nacional A, miró desde afuera el cotejo que su equipo perdió ante Estudiantes, de Bahía Blanca, por 67 a 66, por la primera fecha de la 15º temporada de la Liga.
La vida de Marcelo siempre estuvo signada por las coincidencia, como la de ayer, cuando quebró su magnífico récord ante al mismo rival que sufrió la fisura del quinto metatarsiano del pie izquierdo: Estudiantes, de Bahía Blanca.
Se lesionó el 7 del actual, a 4 segundos del final del primer tiempo de la final que Atenas le ganó a Estudiantes por la Copa de Campeones, disputada justamente en Bahía.
¿Por qué justamente? Por que allí fue donde Milanesio jugó el partido número 1 de la seguidilla. Y algo más: aquel 26 de abril de 1985, en la fecha inaugural de la primera Liga Nacional, Atenas visitó a Pacífico, en la cancha de Independiente, que se encuentra a sólo tres cuadras del estadio Osvaldo Casanov, donde se lesionó.
Este frustrado futbolista, que siendo diestro siempre jugó como wing izquierdo en Hernando, con el 11 en la espalda, quiso mantener el mismo número cuando llegó a Atenas. Pero hubo un problema grande: el 11 lo vestía el ídolo del club, el base Gastón Blasi, un talentoso jugador que ya integraba el seleccionado nacional, así que, además de predisponerse a permanecer en el banco por muchos años, tuvo que optar entre el 4 o el 9, que nadie quería.
Eligió el 9, hoy la camiseta más vendida, y esperó mientras Mario era el goleador. Pero la vida siempre le deparó sorpresas, hasta de aquellas que nunca hubiese querido que ocurrieran pese a que los beneficiaran. A los pocos meses Blasi sufrió un accidente con su moto y nunca más volvió a jugar oficialmente. Entonces, Marcelo tomó la titularidad y al poco tiempo Flor Meléndez lo convocó al seleccionado de mayores para ir al Mundial de España. Era joven e inexperto aún, pero como hubo un conflicto gremial con los jugadores del seleccionado, algunos quedaron afuera y él consiguió un lugar.
Un hombre afortunado, sin dudas, que al día siguiente de ganar el Olimpia de Oro, en 1993, lo perdió adentro de un bolso que dejó olvidado en un shoppings. El amigo que lo acompañó aquella tarde, Coco Bello, le hizo jugar el número del bolso a la quiniela. Al día siguiente Marcelo tuvo dos cosas que hacer: cobrar el primer premio y pasar a retirar el Olimpia que un buen hombre encontró e identificó porque había visto por televisión la ceremonia de que se realizó en el Sheraton Hotel.
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