El nuevo desafío de Rafael Nadal: la docena de títulos en Roland Garros
PARÍS, Francia.– "Viejo es el viento y todavía sopla", reza un dicho popular. Una frase que se refiere a la vigencia de las cosas más allá del paso del tiempo. El viento ha estado siempre allí, desde que el mundo es mundo. Y sopla imperceptible a veces, pavoroso en otras. Ayer, en Roland Garros , no llegó a ser un huracán, pero se hizo sentir, convertido en un tercer elemento insoslayable. Ese par de milímetros que la pelota puede moverse de un lado a otro por el viento pueden influir en un punto vital, convertir un buen impacto en un error. En un deporte como el tenis, que exige máxima precisión, es muy difícil jugar con mucho viento; ni hablar si se trata de una semifinal de Grand Slam, en que la exigencia es altísima en cada punto. Y es un elemento complicado de evaluar, también: en caso de lluvias o nevadas, se puede decidir bien pronto una suspensión, pero realmente tiene que haber una corriente de aire muy fuerte y constante, que desnaturalice por completo el espectáculo, para que no se juegue.
El clima no pudo con el superclásico del tenis entre Rafael Nadal y Roger Federer ; el viento hizo algunas travesuras, y la lluvia vino más tarde, para interrumpir la siguiente semifinal, Novak Djokovic vs. Dominic Thiem . Algún poder sobrenatural han de tener el español y el suizo, más allá de lo que exhiben sobre el rectángulo naranja, que a veces los hace parecer sobrehumanos. El duelo que todos esperaban se hizo realidad, aunque con esos matices que dan un toque singular a cada capítulo del "Fedal", en este caso, el episodio 39.
Esta vez, el villano invitado fue el viento. Fuertes ráfagas de unos 50 kilómetros por hora cruzaron la pista del enorme Philippe Chatrier; las más de las veces, hacia la derecha de la silla del umpire. Para el que tenía que sacar desde ese costado, el viento se convertía en un obstáculo; a veces, hasta se levantaba una nube de polvo de ladrillo.
Los primeros games fueron un martirio para ambos jugadores, erráticos e incómodos, bajo un cielo plomizo, incluso con una llovizna que acompañó de a ratos. En ese comienzo inhóspito, Nadal consiguió salvar su saque en un primer juego extenso, de ocho minutos, y quebró a continuación. Esa fue la primera rotura de servicio que sufrió Federer ante el español después de dos años y medio, desde el quinto set de aquella memorable final del Abierto de Australia 2017, a la que siguieron tres partidos en los que el suizo nunca cedería su saque.
Había que acomodarse a la circunstancia, a ese tercer elemento que andaba dando vueltas por ahí. Nadal lo hizo más rápido. Eligió un juego más conservador, intentó alargar los puntos y machacó hasta encontrar las oportunidades. Nadie como el zurdo de Manacor para "comerle la cabeza" al adversario, porque exige un impacto más, un esfuerzo mayor, un ángulo imposible, hasta que consigue el espacio para su tiro o el error no forzado.
Nadal no le ganaba a Federer desde enero de 2014, en una semifinal de Australia. Es cierto que tampoco se enfrentaron muchas veces después, pero el suizo le había ganado los cinco duelos siguientes, incluida esa final en Melbourne en la que Rafa estuvo 3-1 en el quinto set pero su némesis lo dio vuelta con una ráfaga de cinco games en fila.
Claro que todos esos partidos habían sido en canchas rápidas. En polvo de ladrillo es otra cosa. Lo sabía Federer, que tuvo un excelente Roland Garros a los 37 años. Pero tenía claro también que había perdido las cinco veces contra Rafa en Bois de Boulogne, incluida una paliza tremenda en 2008. Sin renunciar a sus chances, el suizo entendía que la cuesta era demasiado empinada, sobre todo frente a un Nadal confiado, consciente de su poder.
Para todo el circuito, enfrentarse con el zurdo de Manacor en el court Chatrier debe de ser el reto más exigente del tenis en estos tiempos. Aun cuando Nadal ya cumplió 33 años, su espíritu competitivo no pierde vigencia. En cierto modo, tener enfrente a Nadal es como desafiar al viento: ¿cuánto se puede frenarlo?, ¿cuánto se puede demorar una derrota que llegará tarde o temprano? Robin Soderling se hizo lugar en la historia del tenis no como campeón de Grand Slam –no lo fue–, sino al vencer aquí a Rafa, en 2009. Pasó una década y aún se la considera una de las sorpresas más grandes de este deporte. Luego lo logró Djokovic, que además se alzó con el título, en un momento cumbre de la carrera del serbio.
22 not out!@RafaelNadal secures a 6-3 6-4 6-2 win over rival Federer, and his 22nd match win in a row at Roland-Garros…[R] https://t.co/nKZ3xJ2F6o#RG19pic.twitter.com/zIMYOPkEWN&— Roland-Garros (@rolandgarros) 7 de junio de 2019
Que puede tener otra chance. Para eso, debe imponerse a Dominic Thiem, que está venciéndo por 6-2, 3-6 y 3-1 en la segunda semifinal, suspendida ayer y por continuar hoy, a las 7 de Buenos Aires.
El que gane deberá vérselas mañana con quien desembarcó en París en 2005 y desde entonces sumó once coronas. La victoria rotunda sobre Federer, por 6-3, 6-4 y 6-2, lo deja a un paso de la duodécima. No hay, en la historia del tenis masculino, un nombre tan repetido en la lista de campeones de un torneo de Grand Slam. Quién sabe cuánto tiempo pasará para que alguien alcance a Nadal, y cuánto para que lo supere. "Lo he pensado muchas veces. He ganado 11 veces Roland Garros. Para que venga alguien más y haga lo mismo tienen que darse muchos factores. Pero si lo hice yo, que me considero una persona normal, luego vendrá otro y lo conseguirá. Quizás hay que tener cualidades, oportunidades, algo de suerte, y una larga carrera, porque para ganar 11 veces hay que jugar por lo menos 11 veces aquí y eso ya es difícil. Pero los récords están para romperse", expresó el español.
Nadal sacó muy bien, a pesar del viento. "Tuve minichances, nada suficiente para ganar el partido. Es difícil jugar con el viento, porque por ahí sacás 30-30 y ves que no tenés el control de la situación", expresó Federer. El suizo se lamentó con una media sonrisa: "Ni siquiera sé a quién buscar para practicar con alguien que juegue como él. Estuve pensando en eso durante el partido. Es increíble cómo Rafa juega desde bien atrás y luego es capaz de ir y venir desde la línea de base. No hay nadie que juegue sobre polvo de ladrillo como lo hace Nadal".
Cuando su rival se enteró de esa frase, ensayó una respuesta risueña: "Bueno, yo tampoco puedo entrenarme con alguien como Federer. No hay dos Federer en este planeta... afortunadamente".
Rafa se llevó el primer set, y terminó de torcer el pulso en el comienzo del segundo. Federer madrugó y quebró. El Chatrier, casi completo pese al clima, se encendió con esa ventaja de 2-0 para el suizo, que además sacaba con viento en favor. Pero, se sabe, no hay nada más peligroso que un Nadal acorralado: en el game siguiente generó tres chances de quiebre, y en la tercera, desde unos cuatro metros detrás de la base, metió un passing paralelo de drive para el 1-2. Con el score 4-4, Roger se complicó solo: pasó de un 40-0 a deuce por tres errores no forzados. Nadal olfateó sangre y atacó para conseguir el break: 5-4 y su saque. Desde entonces hasta el final, fue un paseo para el mallorquín.
¿Habrá sido el último superclásico en París? El tiempo dirá si Federer, que volvía a Roland Garros después de tres temporadas de ausencia, se concederá otra oportunidad. "Cualquier partido puede ser el último. Es la lógica de la vida; cada vez estamos más cerca de ese último partido. Los años pasan, tenemos nuestra edad... Ojalá no, porque creo que tanto él como yo apreciamos estos partidos, o los vivimos con emoción después de todo lo que compartimos en una pista. Vamos poniéndonos viejos, pero al mismo tiempo todavía estamos en semifinales de Roland Garros. Uno no piensa en el retiro, sino en lo que está luchando", cerró Nadal, que si de algo sabe, eso es dar batallas hasta el fin, con la capacidad de ganarle a Federer... y al viento.
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