Peñarol volvió a avasallar y se puso 2-0 en la serie
MAR DEL PLATA (De un enviado especial).- La del otro texto de esta página es la sorprendente historia del Atenas 2010-2011. Sin embargo, el equipo volvió a demostrar que todavía le falta saber sobreponerse a la adversidad, como sí lo hacían los viejos Milanesio, Campana y Osella. Atenas pagó su inexperiencia en finales otra vez; perdió anoche por 82-66 y la serie quedó 2 a 0 en favor de Peñarol, que irá a Córdoba con una gran tranquilidad para continuar pasado mañana la final de la Liga Nacional.
De entrada se notó otro Atenas, concentrado, ágil, sin titubeos y con estrategia nueva. Mucha movilidad en los perimetrales para abrir espacios, penetrar y habilitar a los grandes. Llegó a ganar por 17-13, con varios puntos de los internos James Williams y Greg Lewis. El local asimiló todo. Con oficio, fue emparejando, muñequeando, recalculando y dando más intensidad a su defensa con los suplentes, clave para cambiar el partido con robos, rebotes y ayudas. Dos o tres robos y contraataques, una falta antideportiva de Bruno Lábaque y varias pérdidas cordobesas (14 en 20m) cambiaron el clima. El campeón empezó a disfrutar la desesperación y la bronca del rival posteando a cualquiera que tuviera ventaja física sobre su marcador y aprovechando la experiencia de Leo Gutiérrez, caudillo silencioso y decisivo. Atenas se descontroló, se desquició con los árbitros y perdió el orden que le dio resultados al principio.
El local, que no había sacado de su mochila los misiles tierra-aro que tanta destrucción habían provocado en el 1er juego, los usó en el 3er cuarto. Y los embocaron dos suplentes Facundo Campazzo y Selem Safar. Nada peor para el orgullo cordobés. Y el milrrayitas empezó la fiesta a fines del período, sabiendo que había salido el sol y la tormenta verde estaba controlada.
El partido se enrareció a 1,4 segundos del cierre, cuando Kyle Lamonte iba a volcar la última bola. Desde atrás, Bruno Barovero le dio un golpe durísimo, los dos terminaron en el piso y hubo un tumulto. Fue una imagen más, la última, de la impotencia y la bronca de los cordobeses.