La cantidad de participantes en el certamen no es la discusión más importante, sino cómo mejorar el espectáculo; que se estén probando y pensando cambios en el reglamento es el avance más importante de los últimos tiempos
Palermo distinto. No sólo por el cambio de autoridades: también con otro formato y reglas que empiezan a ser ajustadas en busca de una imperiosa necesidad. Porque podrán jugar 6, 8 u 10 equipos, disputarse partidos de 7 u 8 chukkers, tener jornadas diurnas o nocturnas. Lo que la rica historia del polo argentino no puede resignar es su jerarquía. Y sí hay algo que debe recuperar ya mismo: la atracción. De lo que no está exenta ni su competencia emblemática.
El Campeonato Argentino Abierto es el buque insignia del polo mundial. Ninguna competencia reúne calidad y cantidad de figuras, así como caballos de excepción, cada vez más depurados. Hasta clonados. Jugar a la velocidad que se juega, impactar a la bocha en esas condiciones, es algo que no se ve durante el resto del año en el exterior. Lo saben los protagonistas y también los que los ven desde afuera, maravillados. Saben que lo que es ve en Palermo es, literalmente, otro deporte. Aun cuando en todos lados se juegue a ganar por sobre todas las cosas.
Sin embargo, en los últimos 20 años el polo fue perdiendo espectacularidad por un cúmulo de factores. Primordialmente por esa obsesión de victoria que persigue a todos, pero que sólo consigue un grupo minúsculo. Y nada que no esté prohibido en el reglamento es inviable. Jamás se perdieron la técnica y las condiciones naturales para jugar de los cracks que son el orgullo de este deporte a nivel internacional, en su mayoría argentinos. Sí se perdió la aplicación de sus atributos. El juego cambió, las reglas no. Y ahí empezaron los problemas con el producto final.
Ciertamente, no es sencillo tomar decisiones de fondo en un deporte en el que hay muchas voces de peso, pero pocas con intenciones de involucrarse seriamente en política. Alguna vez, el recordado Gonzalo Tanoira dijo al asumir en la Asociación Argentina de Polo: "Hoy todos me ven con buenos ojos. Dentro de un año ya sé que voy a empezar a perder amigos dentro de este ambiente". Irrefutable y fácilmente comprobable. Para él y para todo el que le tocó conducir los destinos de la disciplina.
Que se haya empezado a hablar de cómo mejorar el juego, favorecer el espectáculo, es el avance más importante del polo en los últimos tiempos.
Por eso, la discusión que hace años se viene sosteniendo sobre la cantidad de equipos siempre fue el tema menor. Importante para los jugadores, es cierto. No prioritario. El polo tiene enormes encantos y potencialidades, pero no moviliza como otros deportes. No es el tenis, ni el golf ni la NBA. Sus reglas son complejas: difíciles de aplicar para los que las entienden, confusas para quienes tienen mediana idea de sus lineamientos principales y directamente indescrifrables para aquellos que son neófitos en la materia. Y televisivamente, con muchos tiempos muertos que conspiran demasiado. En consecuencia, si no se juega bien, si los partidos no son ágiles y se interrumpen seguido, el espectáculo corre serio riesgo de aburrir a todos: a los que miran y hasta a los que lo juegan. Y a partir de ahí, el efecto menos deseado: pérdida de interés para el público e inversores.
Que se haya empezado a hablar de cómo mejorar el juego, favorecer el espectáculo, es el avance más importante del polo en los últimos tiempos. Y debiera profundizarse en ese sentido, sin alterar los preceptos básicos de este deporte: evitar los riesgos (propios y de terceros), el respeto por las reglas y las autoridades y el fair play.
Jugar de noche, posibilidad que alguna vez se le mencionó a Francisco Dorignac, presidente de la gestión anterior de la AAP, y que no descartó a futuro es una movida de alto impacto marketinero y comercial. Movilizante. Se ha vuelto a hablar del tema. Requiere de muchas pruebas para su instrumentación. Pero sirve, claro, como parte de una búsqueda. Como la apertura a los 10 equipos, de las primeras medidas que tomó el Consejo Directivo encabezado por Eduardo Novillo Astrada (h.), que pone en vigencia un postergado anhelo de los Jugadores Profesionales. Con modificación de formato, con más fechas y un calendario apretado. Se comprobará su utilidad en la práctica.
Palermo distinto puede ir modificando matices de su estructura, pero en su versión 2017 llega igual que como se fue en 2016: con La Dolfina como favorito y lanzado a buscar el pentacampeonato consecutivo. Aun con la advertencia de la derrota en la semifinal de Hurlingham frente a Alegría, nada parece desenfocarlo de sus objetivos, esos que se planteó desde que le empezó a apuntar a todos los torneos por igual: ganar todo lo que se pueda. Volvió a tropezar en la escala previa, pero Palermo es su obsesión, más allá de reglas y formatos.
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