El avance de la droga. Por qué hace cuatro años que no hay doping
Sin contar al fútbol, el último positivo en la Argentina es de 1994; las razones
Otra vez sopa. O doping, que en este caso es lo mismo. Se habla en Italia, se habla en Francia, se habla en la Argentina. Se descubren controles incompletos, se abren expedientes, se tapan escándalos. Pero las estadísticas parecen contradecir a las palabras. Al grano: exceptuando el fútbol, en el deporte argentino no se producen casos de doping desde 1994, cuando el control del rugbier Pablo Jankowski dio positivo. Cuatro años se encadenaron desde entonces, el tema creció hasta ser tapa de los diarios y la controversia aumentó de manera directamente proporcional.
El ciclismo no sufre un caso positivo desde que cinco argentinos fueron sancionados en el exterior, en 1992. Los mismo sucede con el atletismo. Así, la duda queda planteada. No hay positivos, pero la Comisión Nacional Antidoping (CNA) dispuso que todos los deportes de alto rendimiento deben pasar por los laboratorios con cierta periodicidad.
¿Por qué, entonces, se habla tanto del doping? ¿Por qué el Cenard tiene un laboratorio antidrogas con un costo de 40.000 pesos mensuales? ¿Por qué la CNA exige los controles en todos los deportes? ¿Por qué Porta asegura que los casos positivos van a saltar ahora (ver aparte)? ¿Por qué, sobre todo, esos casos que tienen que aparecer desde ahora no surgieron en los últimos años? Cuatro son las posibilidades. 1) No hay doping. Creer que todos los deportistas se dopan es un error. En la Argentina, al menos, no existe un nivel tecnológico tan avanzado ni mucho menos un apoyo económico fuerte como para que haya doping a grandes escalas. Off the record los atletas coinciden en que los casos de dopaje se producen en el primer nivel mundial, no en la Argentina.
2) No se hacen los controles. Vale el ejemplo del fútbol, deporte en el que no se buscan anabólicos. En el rugby de la URBA decidieron cortar con los análisis "por razones de presupuesto". En el basquetbol temen por que ahora, cuando comiencen a efectuarse los análisis, se sucedan varios positivos. El fondo de la cuestión es que, en gran parte por presupuesto, el deporte argentino no suele hacer controles.
3) Los controles no lo detectan.El análisis de orina no es perfecto. Atrapa la mayoría de las sustancias dopantes, pero no todas. La eritropoyetina es un ejemplo. Prohibida por el Comité Olímpico Internacional, es imposible de descubrir por medio de los rastreos normales. Debería efectuarse, para ello, un análisis de sangre, pero esto ya no está previsto por la ley, con lo que los deportistas podrían negarse.
4) Se encubre. Es lo más natural, por paradójico que parezca, en el primer mundo deportivo. Existen sustancias que enmascaran las drogas prohibidas. Se toman cierto tiempo antes de las competencias y maquillan las sustancias interdictas, con lo que los productos no permitidos no alcanzan a verse en el control. Una sustancia de barrido es el bromantan, que, hace unos años, al ser descubierto, fue prohibido.
En la Argentina, los controles no detectan casos de doping desde 1994 (sin contar al fútbol), pero las autoridades hablan de combatirlo y ponen al tema en el centro de las noticias, con lo que se crea un lógico ambiente de mensajes contrapuestos. No saltan.Dicen que hay que luchar contra ellos. Cuatro posibilidades explican el desconcierto.
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