Punto de vista. Psicoterapeuta para dos
Desde Denver, Colorado, se informa que Mike Tyson ha estado durante una semana con un psicoterapeuta, Carlos Fontanez. No fue un encuentro casual el del ex Hombre de hierro:los resultados de la evaluación psicológica serán presentados ante la Comisión Atlética de Nevada, que decidirá si le restituyen la licencia para boxear.
Es muy bueno que el ex campeón mundial de los pesados se someta a estudios, habida cuenta de su conducta agresiva. Sería prudente, también, que su entorno lo aconsejara adecuadamente; que no estén sólo para vivir de los dólares que le quedan, sino para tratar de erradicar -antes de que sea demasiado tarde- reacciones desmedidas que ya escapan a los rings y se transportan a la calle.
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Como mi mensaje está más allá de actuaciones sobresalientes o goles convertidos de penal o de tiro libre, no me condiciona el partido de anoche, por la Copa Mercosur, entre Vélez y Boca. Ydigo que acaso José Luis Chilavert, como Tyson, necesite consultar a un psicoterapeuta. No soy necio para negar que ciertos toques dialécticos previos dotan de un colorido adicional a una confrontación; mucho menos quitarle esa posibilidad a una persona, en este caso, un futbolista. Pero el Nº 1 de Vélez invade terreno; salta el imaginario alambrado de los derechos y lastima, agrede sin sentido, aunque en sus nebulosos códigos interprete sus actos y dichos como parte del acto escénico.
Ridiculizó e intentó ridiculizar a muchos. Ahora le tocó a Diego Cagna ("Fíjense cómo estará de mal Boca que su capitán es Cagna; alguien tiene que decirle que la cinta le queda muy floja. Para ser capitán de Boca hay que tener p..."). Cagna, incapaz de meterse con alguien.
Chilavert no es folclórico:es despectivo. Lo ha sido desde que regresó del fútbol europeo. Lo más ofensivo que le dijeron, alguna vez, es que estaba algo excedido de peso; respondió con un salivazo y bajando luego esos kilos de más.
Y concluyo con una tésis:si un boxeador recurre a un psicoterapeuta -aunque sea para brindar un informe- por morderle las orejas a su rival, un arquero que toma con sus manos del cuello a un adversario que está en el piso acaso deba imitarlo. No para obtener un enfoque médico, sino para verse un poco más por dentro.
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Aesta altura podrá usted creer que me invade una corriente negativa. Pero no. Me sentiría mal si no estuviera del lado del buen gusto y la educación; pensando en la juventud del mañana y también poniéndome en el lugar de padres sorprendidos por 10 minutos censurables, creyendo que sus hijos sólo se divierten al ritmo de gags y cámaras ocultas. No incluyo el envío de anoche, pues hago uso de las opciones que me da la independencia:sintonizar otro canal (hay 63 más) o bien apagar la TV.
Se ha vuelto una costumbre el pase de un programa a otro. Lo adoptó VideoMatch, en su final con chistes, y el enganche con El Equipo de Primera, en el que los futbolistas, ex jugadores y técnicos aportan sus cuentos. Aunque sea en horario de protección al menor, se sabe que muchos chicos se quedan hasta la medianoche, atraidos por la propuesta de Tinelli en Telefé. Lo que acaso nunca nadie imaginó era la catarata de soeces -con Oscar Ruggeri como abanderado e inexplicablemente festejado por sus compañeros- que reinan en ese breve lapso supuestamente dedicado al humor.
Una cosa es hablar de monjitas, curas y homosexuales en un café o en reunión de amigos, y otra muy distinta lanzar improperios y gesticular detalladamente ante las cámaras.
Desconozco de quién fue la idea. Sí sé que no resultó feliz.
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