Puskas, mucho antes que Messi
Las imágenes no mienten. La voz en off indica que 150.000 personas están en las calles para recibir a los héroes. Es 1953, Hungría acaba de lograr su triunfo más épico, 6-3 en Wembley, donde Inglaterra jamás había sido derrotada por nadie. Una jugada simboliza el partido. Ferenc Puskas recibe entrando en el área por derecha. El legendario capitán Billy Wright se zambulle en el típico tackle inglés, pero no encuentra pelota ni jugador. Puskas se frena, espera la embestida, pisa la pelota con la zurda, su única pierna hábil, y Wright pasa de largo. "Me sentí como un bombero que llega tarde al incendio equivocado", diría Wright tiempo después. "Si puedes eliminar a un defensor con una sola palabra, para qué contarle una historia entera", respondió Puskas, rechoncho, lejos de la Play Station. El remate posterior, seco y al palo más cercano, es un trámite. Es su especialidad. Por algo anotó 682 goles en 700 partidos oficiales. "Goleador del siglo", según lo distinguió la FIFA en 2004. Pero ese gol y ese partido marcan un hito. Más de un millón de húngaros buscan boletos para la revancha al año siguiente en Budapest. Hungría aplasta 7-1 al equipo de Stanley Matthews y Alf Ramsey. Es el momento de oro del documental Hungary Puskas, única pieza deportiva del 12º Festival de Cine Independiente (Bafici), que cerró este domingo en Buenos Aires.
La imagen de la celebración contrasta con la furia popular que, sólo meses después, provoca la derrota de esa magnífica selección húngara 3-2 ante Alemania en la final del Mundial 1954. El equipo de Puskas no perdía desde hacía cuatro años. El aranycsapat (equipo de oro magiar) debuta en el Mundial de Suiza ganándole 9-0 a Corea del Sur. Luego vence 8-3 al local. Y supera después por sendos 4-2 a Brasil y a Uruguay, los finalistas del Mundial anterior. Fallos arbitrales, mala suerte, un supuesto doping alemán, jugadores húngaros supuestamente sobornados con autos Mercedes, Puskas disminuido porque los alemanes lo habían golpeado deliberadamente en la primera etapa son los rumores que intentan explicar una derrota inexplicable, la única en seis años y 43 partidos. Por seguridad, el plantel que vuelve de Alemania es desviado a la ciudad de Tata. En Budapest, los fanáticos que un año antes salían a las calles para aplaudir a sus héroes ahora queman sus pósteres. Pero también queman imágenes de funcionarios del gobierno comunista. "Cuando se queman diarios deportivos puede que haya una esperanza de revolución a la vuelta de la esquina", escribió un intelectual húngaro. La policía se ve obligada a reprimir. Acaso un entrenamiento para la revolución popular de 1956, dice el locutor del documental.
Octubre de 1956. Los revolucionarios toman las calles de Budapest. El fabuloso arquero de la selección dorada, Gyula Grosics, ex oficial nazi en su juventud, esconde en su casa armas de los rebeldes. En medio de las balas, el Honved, el equipo del ejército húngaro, busca cómo salir de la ciudad. Tiene que viajar a España para un partido de Copa de Campeones ante Athletic Bilbao. El ómnibus es obligado a detenerse en cada retén. Hay muertos, sangre y armas en cada esquina. Los jugadores le piden a Puskas que se siente adelante. "No disparen, soy Puskas", dice Ferenc cada vez que aparece un arma. Los revolucionarios ven a Puskas y abren paso al vehículo. En la frontera con Austria, los oficiales revisan una y otra vez los papeles. No creen que Puskas sea Puskas. Los informes desde Hungría aseguran que Ferenc Puskas murió en el levantamiento popular. La revolución cae al mes siguiente. Los tanques de la URSS están otra vez en Budapest. El nuevo gobierno pro soviético ordena al Honved que vuelva al país. En Europa, los jugadores del Honved habían salido al campo con una cinta de luto, en homenaje a las víctimas de la represión. Desobedecen la orden y se van de gira a Brasil. Puskas ya sabe que no volverá. Siempre lo había impactado el caso del defensor Gyula Lorant, que había sido enviado a un campo de concentración por querer escaparse y sólo logró volver al plantel tras una gestión especial del DT Gustav Selbes, según cuenta Jonathan Wilson en el libro Behind the curtain (Detrás de la cortina). Pero más aún lo shockeó la muerte de su compañero Sandor Sucs, tricampeón húngaro con el Ujpest y uno de los mejores defensores de la selección. La policía le tendió una trampa y lo atrapó en la frontera cuando escapaba del país. Fue ahorcado en 1951 por "alta traición". Su muerte, dice el documental, fue un aviso para Puskas y compañía.
Puskas se queda en Viena. La FIFA, a instancias de la Federación húngara, lo suspende por dos años. El gobierno lo juzga en ausencia y lo condena por "traidor a la patria". El documental de Tamás Almási ofrece allí otro contraste. Muestra a Puskas en sus tiempos de ídolo en Hungría intercambiando bromas en tono de complicidad con Mihály Farka, jefe del ejército húngaro, patrón del Honved. Tras la deserción, exhibe los informes reservados que señalan a Puskas como "un mal ejemplo", sin preparación para lucir el grado de "teniente coronel" que le había asignado el Honved. Un film en el que Puskas había actuado antes de su partida, The miraculous football player , se exhibe en cartelera. Pero Puskas no aparece. En su lugar está Nandor Hidegkuti, compañero de ataque en la selección húngara. Puskas se deprime y agrega kilos. Los 31 años pesan. Su viejo entrenador del Honved, Emil Oestreicher, ahora trabajando para Real Madrid, convence a Santiago Bernabéu de contratarlo. "Tuvimos una reunión bizarra. Sin intérpretes, él hablando en español y yo en húngaro. Le dije que tenía un problema, que pesaba dieciocho kilos de más. Bernabéu me dio 5000 dólares, miró mi panza y me contestó: Ese es tu problema ". Puskas se unió al Real Madrid ya rey de Europa para ser pieza clave del ataque mítico que completó con Kopa-Rial-Di Stéfano y Gento. Pentacampeones de Europa. "El equipo del siglo", según la FIFA.
"Las jóvenes generaciones no vieron jugar a Puskas, no saben lo que se perdieron", dice Di Stéfano en su libro Gracias, vieja . "No le pegaba tan fuerte como Cristiano Ronaldo, pero la colocaba mejor", agregó hace unos días Francisco Gento. En su libro autobiográfico, Puskas sobre Puskas , Ferenc contó que en su primera temporada en el Madrid llegó al partido de la última fecha, ante Granada, igualado en goles con Di Stéfano, 21 cada uno. Puskas cuenta que sobre el final eludió al arquero y quedó con el arco libre, pero no tiró. "Pensé para mí: «Si marco aquí, Di Stéfano nunca me volverá a hablar». Lo mejor era que él fuese el máximo goleador y yo, el segundo. Así que lo esperé y le di el pase para que lo metiera él". Puskas fue máximo goleador de la Liga en las dos temporadas siguientes, y también en 1963 y 1964. Ya lo había sido cuatro veces en la Liga húngara. Había ganado todo con el Honved y volvió a hacerlo con el Madrid.
Algunos apuestan si acaso Lionel Messi logrará quebrar alguna vez el récord de cuatro goles en una final europea. Puskas lo anotó en el histórico 7-3 de Real Madrid ante Eintracht Frankfurt en 1960, ante 135.000 espectadores en el Hampden Park, de Glasgow, la quinta y última del glorioso Real Madrid de Di Stéfano. "Cañoncito Pum Pum", como lo bautizaron en España, o "Pancho", como le puso Di Stéfano, apuntaba al travesaño y le acertaba seis veces seguidas. Acertaba luego 30 veces a una caja de fósforos. Había leído que el tenista francés Jean Borotra practicaba de ese modo su puntería. Era muy zurdo. "El que patea con las dos piernas -ironizó una vez- se cae de culo". El, su zurda y su panza se retiraron a los 40 años.
"De lo único que me arrepiento es de que fui un tonto." Puskas le prestaba dinero a cualquier compatriota que le escribiera para contarle sus penurias. Hasta le prestó a un espía que le había puesto el gobierno húngaro. Su negocio de salchichas vienesas fue un fiasco. Nadie le pagaba. Debió hacerse DT trotamundos para seguir cobrando. Dirigió en Arabia y Paraguay, pasando por España, Chile, Estados Unidos y Grecia, donde sí se coronó con el Panathinaikos. Real Madrid comenzó a pasarle dinero. En un homenaje de 2005 no reconoció a Di Stéfano ni a sus compañeros que fueron a visitarlo a una Budapest que, después de 25 años, había vuelto a recibirlo como a un héroe. Pasó hospitalizado los últimos seis años, hasta su muerte, en 2006. El Alzheimer pudo con él. No con su recuerdo.
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