Punto de vista. Que se note el cambio
a búsqueda de los binoculares me desespera. Los dejé en L´Etrat. Me tranquilizan al decirme que no los necesitaré en Ezeiza. Parece que algo cambió en el seleccionado de fútbol. Por las dudas cargo la credencial del diario, el pase del Mundial, el pasaporte, la historia clínica, la visa entregada por un club de barrio y cruzo los dedos para no toparme con esos patanes que cuidaban la puerta de la concentración argentina en Francia. Soy un desconfiado, lo reconozco, pero de todas maneras me sorprende que el predio de la AFA no se resguarde con esa nefasta lona verde de la que tanto se habló hace un tiempito nomás. El paso se franquea fácil, hasta con una sonrisa. Suena raro consignar esa cuestión elemental, aunque los vicios son tan difíciles de desarraigar que vale hasta una pequeñez así.
Marcelo Bielsa se presenta como técnico. José Pekerman se sienta como director general. Hugo Tocalli es un apoyo. Y está Julio Grondona, cuya voz monótona entonces inaugura a las 10.43 esta etapa de tándem. Es casi una letanía en lugar de una apertura con pompa. No puedo comparar emociones en las palabras del presidente de la AFA porque no lo escuché como orador en el cierre del ciclo Passarella. Nadie lo hizo, por otra parte, en la triste despedida del Mundial. Pero ayer estuvo Grondona con el nuevo -¿los nuevos?- entrenador nacional. Otra nimiedad, pues se especula que el pope de nuestro fútbol estará en buenas y malas. Sería un cambio...
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Algunos no habrán encontrado los recibos de las últimas facturas y, descreídos de modificaciones, faltaron a la cita. Sobran sillas en la sala de prensa José María Muñoz, los cronistas no superan la veintena. Sólo hay siete colineros, de esos que espiamos la nada en el pueblito francés que se perderá en el olvido. Quiebro el orden cronológico para confesar el temblor emocional al escuchar "últimas tres preguntas". Una más que las acostumbradas hace cuatro años. Quizá, fue un principio de acercamiento tras una lucha sin razón ni ganadores. A lo mejor se trató sólo de una permisividad de momento. Suficiente por ahora para colocar esa frase sin sentido para el público como esperanza propia de que viejos males no vuelvan. Que desaparezcan de a uno, por favor.
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Varió el discurso y también mutó la imagen. Ni rastros quedó de esa dictadura de la elegancia que obligó a cada miembro del cuerpo técnico a vestirse a semejanza del mandamás de turno. Saco gris y remera azul resultaron símbolos de que el fútbol de Bielsa no pasa por la estética. Si lo apodan el Loco es probable que sea tan temerario como para no fijarse en el pelo del jugador convocado. Para encontrar excusas hay otras más creíbles siempre a mano. De los ojos desafiantes de antes se pasó a una mirada ensimismada que nunca buscará las pupilas del interlocutor, a manos de pequeños gestos permanentes que empezarán a descifrarse en cada encuentro y a un hombre que ayer supo que no tenía muchas cosas que decir y prefirió economizar opiniones hasta autorrelegarse al segundo plano de la conferencia. Grondona y Pekerman tenían más cosas que explicar y aún les queda demostrar la teoría mal presentada. Por eso, en la asunción del técnico del seleccionado fue éste el menos importante. Siguen los cambios, parece.
El final de la reunión me entrega la visión de la caminata de Bielsa, Pekerman y Tocalli. Pienso que ese triunvirato tiene desde ayer mismo la obligación de mostrar qué cambió con la elección de sus nombres. El Mundial demostró que el fútbol es más que un juego. Espero que entendiesen la lección. Si debo regresar con binoculares será porque hay algo que se oculta y la última vez se trató de cosas serias...
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