Charlas con el maestro. Quiero felicitar a Pigu
-Finalizado el Masters de Augusta, ¿cúales el balance global?
-Primero deseo detenerme en la actuación de Andrés Romero, que nos regaló otra gran dosis de coraje y calidad de juego en un torneo que exprime al máximo las capacidades de los jugadores. Quiero felicitar al Pigu, y espero hacerlo cuando nos veamos el próximo jueves en el Ranelagh Golf Club, a próposito de un shoot-out que servirá de festejo de mi 85° cumpleaños, que es hoy.
-¿En dónde estuvieron los puntos altos del tucumano durante los cuatro días?
-Básicamente, se destacó por ese instinto natural de ver un posible tiro y ejecutarlo con valentía y convicción. Arriesga, pero lo hace por un sentido de superación, por un sano incorformismo. Tal vez el resultado final no refleje todo lo bueno que intentó.
-¿Hasta dónde puede llegar Romero?
-Por lo pronto, advierto que puede arrimar en las tres citas de Grand Slam que restan en 2008. Pero nos dejó un sabor tan dulce que me ilusiono con que, a lo largo de su carrera, atesore varios Majors. Realmente lo veo como algo factible, porque está llamado a los grandes retos. Consideremos que jugó cinco citas de Grand Slam, y en tres de ellas no bajó del octavo puesto.
-¿Realmente Pigu estuvo cerca de luchar más alto en el leaderboard?
-De no haber sido por aquel triple bogey en el 11, estaríamos hablando al menos de un quinto lugar. Pero el último día maltrató a la mayoría por el viento; de una u otra forma, todos pagaron algún precio.
-Al final, Immelman se sostuvo y triunfó.
-Creí que podía tambalear. Sintió la presión en los últimos hoyos, y de hecho cometió un doble bogey en el 16. En un momento, parecía que nadie quería ganar el torneo. Pero el sudafricano se vio favorecido por los tropezones de Brandt Snedeker y Steve Flesch, que totalizaron vueltas muy malas de 77 y 78, respectivamente. Ahora, como a todo campeón de un Major, a Immelman le cambiará la vida. Tendrá otra consideración y se le acercarán montones de sponsors.
-Tiger Woods dijo al principio de la temporada que se sentía capaz de ganar los cuatro Majors del año. ¿Cree que se vio afectado por ese concepto?
-Se puso presión innecesariamente; es un pensamiento que pudo haber sentido en su interior, pero que no valía la pena expresarlo de manera pública. De esta forma, provocó que la gente aumentara notoriamente las expectativas que había depositado de antemano sobre él. Pero el golf es traicionero, podés pasar de la perfección al desastre, y ganar es muy complicado.
-En el transcurso de las vueltas, los jugadores hacen innumerables anotaciones en sus libretas. En el caso del Masters, que se juega siempre en el mismo escenario, ¿sirven esos apuntes para ser utilizados de un año a otro?
-Por supuesto que sirven, porque tenés una noción de las distancias en cada hoyo, de los puntos donde uno llega desde el tee de salida, del declive de los greens y de la ubicación de las banderas, aunque este último ítem varía permanentemente. Pero también hay otros apuntes útiles para encarar el campo del Augusta National al año siguiente: los teléfonos de contactos que conociste y que te pueden llegar a ayudar en algún momento. Nunca se sabe.
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