Opinión. Riquelme, ésa es la cuestión
HERZOGENAURACH, Alemania.- El anuncio del Messenger parece más alarmista que nunca, titilando en naranja en la pantalla de la computadora. El mensaje llega desde Buenos Aires en pleno cierre, en la madrugada europea: "¿Están seguros de que Riquelme jugó tan mal? Acá son muchos los que lo vieron muy bien, metió una pelota de gol". Antes, por teléfono, otros que también habían visto el partido por TV, en el mismo lugar, habían transmitido la sensación opuesta: "Qué desastre Román; cuando el equipo más lo necesita no aparece". Quienes pensaban que la evaluación de las actuaciones de Juan Román Riquelme dependía del continente desde donde se lo miraba -para los europeos, un fenómeno; para los argentinos, un enigma- se han quedado cortos. El 10 divide las aguas y la biblioteca sin distinción de nacionalidades y sigue siendo el único jugador en el mundo capaz de ser considerado el mejor y el peor del campo al mismo tiempo. Y no es un problema de periodistas: los blogs arden con opinólogos e hinchas de lo mejor y lo peor intencionados que ofrecen a la red global sus verdades absolutas, a favor y en contra.
Se me ocurre llamarlo a Bilardo, alguien que opina desde un lugar con más avales. DT campeón del mundo, DT de Riquelme alguna vez, hombre de la TV ahora. ¿Está jugando bien Riquelme, como dice medio mundo, o está jugando mal, como pensamos la otra mitad? "Riquelme está jugando bien, cuando puede", dice Bilardo. ¿Qué significa cuando puede? "Cuando puede físicamente. Cuando no, se estanca, se va de punta y deja de aportar lo que más sabe hacer", clarifica.
Se me ocurre un paralelismo. Hace más de 20 años, Bilardo eligió a un hombre para hacer girar alrededor de él a toda una estructura. Eligió a Maradona cuando a nadie se le había ocurrido. Ahora, salvando las distancias, Pekerman eligió a un hombre para hacer girar alrededor de él a toda una estructura. Eligió a Riquelme. ¿Lo rodeó, lo apañó, lo acompañó como se hizo con aquel otro 10 hace tanto tiempo? "Es distinto", dice Bilardo. "Pero no por lo que después fue Diego, sino por la posición de Diego: lo suyo era de tres cuartos para arriba; el Riquelme nuestro era Burruchaga, y lo que hacía Maradona hoy lo hace, por ejemplo, Messi. Pero hay otra gran diferencia: con aquellos dos jugaban Giusti y Batista; con éstos, Cambiasso y Mascherano. Es distinto. Como Riquelme, que es distinto de todos." Tan distinto es que se ha convertido en el gran dilema del Mundial. Si la selección perdía contra México, ¿alguien duda de que su imagen cansina se iba a comparar con la de Verón en la eliminación de Japón/Corea 2002? Si la selección gana, ¿alguien duda de que sus pisadas serán consideradas símbolo estilístico de la victoria? A pesar de o gracias a Riquelme, ésa es la cuestión. Lo cierto es -o parece ser- que Riquelme juega mejor cuando el equipo no depende de él y que el equipo juega mejor cuando no depende de Riquelme. De ser esto así, un principio de solución estaría en rodearlo de otra manera, como intentó hacerlo Pekerman cuando hizo ingresar a Lucho González en el lugar de Cambiasso. Pero el intento duró lo que una patinada sobre el imprevisible pasto alemán.
Rodearlo, pero no sacarlo. "No, ahora no", dice Bilardo. "Antes, sí. En los partidos previos, sí, pero ahora no porque son todas finales." Y Riquelme, el elegido, tiene que estar. La discusión seguirá, entonces. Ojalá que dure los siete partidos.
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