River somete tanto a Boca que hasta rompió una extraña racha
De pronto, un gol. Siete minutos y el sobreanálisis previo, a la basura. ¿Qué hacer? La respuesta a la pregunta se les hizo difícil de responder a los dos durante un buen rato, cuando el clásico se embarulló entre la ventaja que disfrutaba River demasiado pronto y el aturdimiento de Boca, al que se le quemaba la papeleta del repliegue diseñado por Alfaro. Pero andando un poco más, el partido se encarriló por los caminos previsibles. Porque los dos, al cabo, son equipos de autor. Y, como sucede en continuado desde hace cinco años, la firma de Gallardo se enmarca mucho mejor en el presente del superclásico.
Tan reconocibles son los dos que nada sorprendió. En todo caso, ocurrió algo que no siempre se transforma en un hecho: ganó el mejor de los dos. No solo el de estos 90 minutos: el de este tiempo. Las tendencias van y vienen, pero no hay duda de que la actual, dominada por el fútbol y la identidad que empezó a gestarse con la llegada de este entrenador, hará época. Una idea que queda a resguardo, incluso, de lo que pase en la revancha en la Bombonera.
River dominó a Boca en lo posicional, en lo estratégico y hasta en la intensidad. Pero, antes que eso, le hizo sentir que este momento es suyo y que no quiere soltarlo. La continuidad de ese tren de triunfos en el superclásico se extendió porque nunca se tentó con cuidar el 1-0 del principio: al revés, ahogó a Boca con una presión alta de a ratos asfixiante. Y después, ya con el 2-0, desnudó las carencias del visitante, incapaz de crear juego y abastecer dignamente al bueno de Ábila. Una foto que permite imaginar cómo puede plantearse el partido de vuelta. El tercero merodeó más el arco de Andrada que el descuento de Boca el de Armani.
Una llamativa seguidilla le daba marco al partido: los diez clásicos consecutivos que se registraban sin que pudiera ganar el local. No entra en la lista el que se jugó en Madrid, aunque River haya sido local, por obvias razones. ¿Cómo desmenuzar ese dato, curioso por sí mismo? En el fútbol moderno, el peso de la localía tiende a desinflarse, o perder su efecto determinante, cuando se trata de dos equipos de niveles parejos. Como bien puede creerse cuando se trata de River y Boca. O no: la evidencia desmintió esta vez esa aseveración.
El último antecedente de una victoria local también correspondía a la Copa Libertadores. Aquella vez, fue un triunfo de River por 1 a 0 en el Monumental, con gol de Carlos Sánchez, en la ida de octavos de final de 2015. El uruguayo anotó de penal, igual que el que anotó Borré para abrir el marcador. El prólogo de otra noche que River guardará en su memoria.
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