¡Conmovieron!
Con coraje y humildad, los Pumas lograron una victoria eterna: 17-12 sobre Francia, en París; Ignacio Corleto anotó el único try
PARIS.- El gigantesco Stade de France paralizado, enmudecido y un grupo de gladiadores argentinos que festejaban el memorable 17-12. Fue una sensación electrizante, la imagen de una fiesta conquistada desde el corazón. Los franceses aún no salen de su asombro; Bernard Laporte, el arrogante técnico bleu , se escapó raudamente del campo cuando vio consumada la derrota. Fue uno de los golpes más humillantes para los campeones del Seis Naciones, que antes de empezar a jugar se veían en lo más alto de este mundo ovalado. Pero los Pumas les dieron una lección; una demostración de lo que vale la humildad, la integridad y el compromiso de un grupo. Todo eso está por sobre las estructuras y las facilidades de uno y otro. Este deporte es entrega incondicional, valor, coraje, y el conjunto argentino demostró que eso le sobra.
En el partido de sus vidas, por toda la carga que imponía -desde lo deportivo y lo emocional-, los argentinos brillaron como nunca para, en su tercera intervención en una apertura mundialista, encontrarse con la gloria. Fue una épica batalla la que se ganó, un cimbronazo para el universo de este deporte.
Las experiencias ayudaron a saber qué hacer; por eso, desde que la pelota entró en juego, los Pumas dominaron la escena. Por ejemplo, el primer line, arrojado por Ibáñez, lo robaron. Pareció una señal de alerta, pero lo reforzaron en un capítulo inicial de alto vuelo, no permitiendo que los dueños de casa traspasaran la señalización de mitad de cancha. Supremacía territorial, en la posesión y, por sobre todo, desde la disposición para actuar en un nivel superlativo. Los Pumas alcanzaron un rendimiento cercano a la perfección, con falencias en algunos puntos del juego (se perdieron cuatro lines y un scrum en franco ataque) que pudieron haber sido determinantes, pero esos deslices quedaron subsanados por la avasallante vocación de sacrificio y solidaridad de todos. A partir de esa premisa se empezó a edificar esta majestuosa victoria.
Nunca los ganadores estuvieron debajo en el marcador, otra muestra sobre quién tomó el control del encuentro. Por lo demás, las estadísticas son impactantes: los argentinos llegaron a 110 tackles, mientras que los franceses, sólo a 60; las imprecisiones de handling terminaron 8-14 a favor de los vencedores y el porcentaje de posesión, 55% contra 45%. Y el try de los Pumas, en una réplica fulminante concretada por Ingacio Corleto tras una intercepción de Agulla, mostró que la Argentina también sacó ventajas en eso; cuando a Francia le tocó buscar el ingoal, los Pumas fueron una roca. El resultado es inobjetable, categórico, no importa el lugar desde el que se lo analice. La otra causa trascendental es que el conjunto de nuestro país no perdió en el duelo individual; cada uno cumplió con su función de manera impecable y, además, no dejó de brindarse por el resto de sus compañeros. Esa fiereza, esa voracidad sin condicionamientos, han sido determinantes para este primer impacto.
La propuesta agresiva, con una defensa sin tregua, una presión agobiante y un deseo por explotar la calidad individual de los backs, también marcó diferencia, porque Les Bleus no pudieron revertir esa postura desafiante con la que se encontraron y así afloraron sus debilidades. "No supimos jugar con este contexto", se excusó Damien Traille al pretender dar explicaciones por el avergonzante traspié. Francia, que llegó a esta función estelar en excelente forma (por cómo se la vio en los amistosos preparatorios, con dos éxitos ante Inglaterra y uno con Gales), retrocedió, mientras que la Argentina creció notablemente y reforzó la ilusión. París dejó de ser inexpugnable y a la Tricolor se le cayó el rótulo de invencible.
En una misión que no es sencilla, los Pumas cumplieron de manera excelsa. Dejaron knock-out nada menos que a los organizadores, y el envión logrado trasciende cualquier referencia imaginable. Hay que tomar este memorable triunfo como faro para lo que sigue, porque ahora las obligaciones aumentarán y este equipo nunca se llevó bien con el conformismo.
7 triunfos, con el de ayer, suman los Pumas en mundiales: los anteriores fueron con Italia (1987); Samoa, Japón e Irlanda (1999), y Namibia y Rumania (2003)
Las claves
1) La fuerza inquebrantable
La admirable entrega de los Pumas; el equipo argentino rindió como una fuerza compacta, inquebrantable de principio a fin, y eso hizo dudar a los franceses desde el comienzo.
2) Un nivel alto y parejo
Algunas producciones individuales fueron de altísima calidad, pero todos los jugadores rindieron de manera brillante. Entonces, no hubo flaquezas ni puntos flacos.
3) Vencer pese a todo
La mentalidad ganadora de los dirigidos por Loffreda, que supieron cómo sobreponerse a un ambiente que no era el más cómodo y a un rival que parecía más opulento.
Felipe, la figura
En un equipo que funcionó colectivamente de manera impecable cabría destacar como figura a Felipe Contepomi, un líder natural para defender, atacar y comprometerse con la entrega de todos. Fue el goleador del partido (anotó 12 de los 17 puntos de los Pumas) pese a que falló en algunos envíos a los postes. Jugó uno de sus mejores partidos en el seleccionado.
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