Dos colosos chocan por la gloria
Sudáfrica, el favorito, e Inglaterra, defensor de la corona, se medirán hoy, a las 16 de la Argentina, en la final, con la Copa Webb Ellis en juego
PARIS (De nuestros enviados especiales).- El incentivo que representa poder ascender a la cumbre universal es argumento suficiente como para imaginar que en esta confrontación de potencias volarán chispas. El andar hacia este acto por la consagración ha provocado algunas consecuencias negativas, pero eso no debilitará la abrumadora disposición -mental, sobre todo- que seguramente expondrán ambos para hacer valer a la fuerza sus condiciones. Hace cuatro años, Inglaterra cumplió con el honor de llevar por primera vez al Norte el dorado trofeo Webb Ellis, y ahora no quiere entregarlo, mientras que Sudáfrica dará todo por conquistarlo, como supo hacerlo hace 12 años.
A partir de las 21 (las 16 de nuestro país), el Stade de France será escenario de todo un choque de colosos que alimentará la gran batalla de los hemisferios, una puja histórica en el rugby.
La regularidad contundente de los Springboks desde el debut en la competencia reviste de favoritismo a los africanos, máxime por el antecedente del categórico éxito (36-0) sobre los británicos en Saint-Denis, durante la etapa eliminatoria. En sus siete actuaciones, los sudafricanos vivieron alguna zozobra nada más que frente a Tonga y Fiji, pero ambas veces no perdieron la compostura y sí tuvieron lucidez como para resistir -en el primer caso- o para huir del asedio con la autoridad implacable de los tries -contra los fijianos-.
Muy distinta, en cambio, resultó la peregrinación de los Hombres de la Rosa hacia este capítulo por el reinado. En los dos primeros partidos, sembraron sólo una enorme incógnita, y ya a esas alturas del certamen todos los avizoraban fuera de los cuartos de final. El encandilamiento que provocaron las irrupciones de Tonga y hasta Samoa dejó momentáneamente en inferioridad de imagen a los campeones del mundo.
Sin embargo, los ingleses resurgieron notablemente, a partir de un cambio absoluto desde lo psicológico, y probablemente en esa resurrección haya influido la aparición de su estrella Jonny Wilkinson, ausente en los dos primeros actos por una lesión en el tobillo derecho. La reincorporación del Nº 10, héroe en la coronación de 2003 y aquí gran responsable de las decisivas victorias sobre Australia y Francia, llenó de confianza a un equipo, que encontró en la unidad su fortaleza. Las premisas que estableció Brian Ashton, con apenas 10 meses como head-coach, son básicas: una defensa sin resquicios de vulnerabilidad, control de pelota, un pack batallador sin tregua en la lucha frontal, la explosiva potencia de Jason Robinson para desequilibrar desde el fondo y la precisión de francotirador de Wilko . Nada de misterios, ni virtuosismos deslumbrantes, pero sí una admirable eficiencia; "sabemos bien lo que queremos", declaró un seguro Ashton, y es real. Inglaterra no maravilla con su propuesta, pero muchos sucumbieron ante su homogeneidad.
Los Boks, que llegan invictos a este compromiso, sí tienen una fórmula más integral, de otro vuelo, y dotada de su típico rigor físico como estandarte para intimidar. Los cazadores de la tercera línea, Schalk Burger, Danie Rossouw y Juan Smith, seguramente no dejarán ni un milímetro a Wilkinson y en una persecución se centrará buena parte del éxito que puedan lograr los dirigidos por Jake White. Con la pelota en las manos, los sudafricanos disponen de más alternativas para las réplicas, una recurso que ante los Pumas les dio excelentes réditos; por eso no sería extraño que el plan tenga similitudes, como para dejar con libertad de acción a sus dos misiles: Bryan Habana y JP Pietersen.
La diferencia en la capacidad de resolución es evidente: Sudáfrica está segunda en el ranking de puntos y tries anotados (263 tantos y 33 conquistas), mientras que los ingleses están 12os (134 y 12), incluso detrás de la Argentina, que aparece quinta (209 y 23, ya con siete partidos jugados). Pero como se ha comprobado sobremanera en este certamen, ningún precedente vale, y las defensas destruyeron hasta las más ingeniosas apuestas ofensivas, prevalecerá, por eso, el que más fuerte -en todo sentido- se muestre durante los 80 minutos de esta guerra de poder.