García Yañez fue un forjador de la leyenda Puma
Integrante del equipo nacional que venció a ?los junior Springboks en 1965, murió a los 72 años
lanacionarLuis García Yañez, uno de los más importantes pilares en la historia del seleccionado nacional de rugby, integrante de aquellas formaciones que en la década del 60 le dieron nacimiento a la leyenda de los Pumas, falleció ayer, a los 72 años, tras soportar una prolongada enfermedad.
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Esa tarde del 19 de junio de 1965, su nombre cerraba la lista de apellidos que para los sudafricanos, todavía, no eran más que ilustres desconocidos. "... Loyola, Silva y Scharenberg; Schmidt y Otaño; Foster, González del Solar y García Yáñez", delataban los papeles sobre un grupo de jugadores argentinos determinados a hacer historia. O, mejor dicho, a comenzar una historia. Hasta ese día se trataba del seleccionado nacional de rugby; esa jornada lo transformó para siempre en los Pumas después de aquella epopeya ante 40.000 perplejos espectadores en el Ellis Park. El 11-6 frente a los Junior Springboks escribió la primera página del libro que las siguientes generaciones intentaron e intentan escribir con el espejo perdurable de aquel grupo fundacional.
Potente, tenaz y precoz –debutó en su querido San Fernando con edad de reserva, como apertura, puesto que con el tiempo abandonaría hacia la posición de pilar–, en el Pato o el Negro, apelativos entrañables que le asignó la familia del rugby, ardía el espíritu rebelde y obstinado de los que no se conforman nunca. No lo hizo aquella vez, cuando afrontó ese partido consagratorio después de haber padecido lo indecible toda la noche con un dolor de cuello que lo privó del descanso.
Como a todos sus compañeros de aquella hazaña, un grupo que también contaba a hombres como Lucho Gradín, el Gato Handley, Rodríguez Jurado y Marcelo Pascual, la tarde de Johannesburgo lo marcó pero no le cerró un apetito inusual por explorar otros deportes, algo que para él fue un modo de vida. Esa vocación irresistible y una versatilidad poco común lo empujaron a destacarse en casi todas las disciplinas que cultivó: fue campeón argentino y sudamericano de remo y brilló como nadador –llegó a ostentar el récord de los 100 metros pecho en la categoría cadetes–, en básquetbol y en salto en alto. "Súperman vive en San Fernando", describió un título de La Nacion semejante multiplicidad de aptitudes, en los años 60.
La misma pasión volcó el Pato en la medicina, profesión que ejerció con un desinterés y una generosidad ejemplares. Para él no contaban las carencias económicas de sus pacientes, a cuya asistencia acudía incluso a bordo de una lancha entre las islas del Delta, si era necesario. La dura realidad que su club de siempre afrontaba en los últimos tiempos también lo preocupaba: "Estoy decepcionado, no se tomaron decisiones acordes con los problemas que se enfrentaban", comentó en una nota, en abril de este año, cuando sus problemas de columna –nació con el canal estrecho y su genética le hacía crecer el hueso, que le oprimía la médula– hacía rato que lo aquejaban. Los enfrentó hasta ayer, con el coraje que siempre mostró en las canchas.