Los Pumas, en un viaje de 28 años, entre obstáculos y crecimiento
Desde la precaria preparación para la primera Copa, en 1987, hasta el alto nivel de profesionalización actual, las preparaciones previas casi siempre fueron caminos espinosos
WARE, Gran Bretaña.– La foto de aquel grupo de jugadores trotando en 1987 con camisetas, pantalones y medias todas de distintos colores y clubes de diversas partes del mundo contrasta con la de éstos que corren en 2015, vestidos con sus uniformes prolijos y debidamente etiquetados. Son 28 años los que separan una imagen de otra, pero parecen muchos más. Es el trayecto que ha recorrido la Argentina desde aquel plantel absolutamente amateur que jugó la primera Copa del Mundo a éste que por primera vez será ciento por ciento profesional y afrontará el torneo que comenzará mañana en Inglaterra, el país que decidió las dos cuestiones: el amateurismo y el profesionalismo. Y el que se proclama inventor de este juego.
Ha cambiado mucho el rugby en todo este tiempo. Quizá más que ningún otro deporte. En el medio, en 1995, se proclamó la Era Abierta, que puso fin a muchos años de dinero bajo la mesa. Por eso también contrasta aquel primer Mundial prácticamente casero, sin publicidad, con canchas sin tribunas y con poca TV, jugado en simultáneo en Nueva Zelanda y Australia con sólo 16 equipos, con éste fastuoso, que venderá 2.300.000 entradas, con récords de audiencias y anunciantes y que, por ejemplo, cobrará tickets a los bebés y trepará a 250 libras esterlinas un boleto para Inglaterra-Uruguay, en Manchester.
"Nos dieron un plan de entrenamientos que pocos querían hacer, porque nosotros estábamos acostumbrados a juntarnos en nuestros clubes sólo dos veces por semana y una más cuando teníamos giras. No había buen clima. Muchos ya estaban cansados de tanto rugby y tampoco había una conciencia muy clara de qué nos íbamos a encontrar en un Mundial", recuerda Eliseo Chapa Branca , uno de los integrantes de los Pumas que fueron a aquella aventura del 87, que concluyó peor de lo previsto, con una caída en el debut con Fiji.
Aquel equipo, que tuvo a varias figuras de la época que no fueron convocadas por decisión de los entrenadores (la guardia fuerte del 65: Héctor Silva, Angel Guastella y Aitor Otaño) y a otros que renunciaron porque consideraban que entrenarse más de la cuenta era profesional, de alguna manera marcó a los que vinieron después: ningún trayecto a un Mundial fue tranquilo.
Al de 1991, jugado en Inglaterra, Gales, Escocia y Francia, los Pumas llegaron con un equipo muy joven, con varios de sus titulares que habían debutado el año anterior, ya sin la figura excluyente de Hugo Porta , y con un nuevo entrenador (Luis Gradín, también de la leyenda del 65) que buscaba una renovación. La experiencia fue muy dura: tres derrotas y jugadores lesionados, que se encontraron con una realidad distinta a la que vivían en la Argentina. Al terminar la final ganada por Australia, el capitán inglés, Will Carling, tomó el micrófono en Twickenham y pidió a los dirigentes que no se llenaran más los bolsillos a expensas de los jugadores. Que el dinero se empezara a repartir.
En la Copa del Mundo de 1995, donde por primera vez se pudo presentar Sudáfrica, los Pumas llevaron un muy buen equipo, pero otra vez en un camino con ausencias importantes (Marcelo Loffreda había sido figura y capitán en 1994) y con entrenadores (el tucumano Alejandro Petra y el rosarino Ricardo Paganini, los primeros por fuera de Buenos Aires) designados poco tiempo antes del torneo. Otras tres derrotas duras. Tras la eliminación, un grupo de jugadores enfatizó que así no podían seguir enfrentando a las potencias.
Pero nada cambió en el camino a 1999. Curiosamente, el Mundial que torció la historia fue el que más complicaciones tuvo en lo previo. No sólo por los cambios y renuncias constantes de entrenadores, sino porque un día antes de viajar a Gales, los Pumas no tenían quién los entrenara, ya que Alex Wyllie los esperaba en el Reino Unido. Esa noche, en Liceo Naval, el capitán, Pedro Sporleder, le pidió a José Javier Tito Fernández, que había ido a visitarlos, que les diera una mano. Luego, en el vestuario, los jugadores se juntaron y se juramentaron dejar todo por ellos mismos.
Una suspensión en un partido con su club, Curupaytí, le costó la capitanía a Sporleder. Por ese mismo encuentro y por la misma razón –protestas a un árbitro– casi se queda afuera Mario Ledesma, a quien la dirigencia de la URBA le postergó la sanción. Lisandro Arbizu tomó el liderazgo y Agustín Pichot se presentó como líder. Aquel primer acceso a los cuartos de final, la primera victoria (con Samoa) luego de siete derrotas consecutivas y el épico final con Irlanda más el try de Diego Albanese convirtieron aquella actuación no sólo en histórica. Fue un milagro.
La Pumamanía desatada con la mayoría de los jugadores yéndose a jugar al rugby profesional europeo y participando de diversos comerciales en los medios audiovisuales y gráficos prometía un buen Mundial en 2003, pero Australia –encima, Arbizu se lesionó en el último amistoso– trajo lo mismo que los tres primeros: eliminación en primera rueda, con una dolorosa caída en la revancha con Irlanda. Esa noche hubo llantos de dolor y de bronca en Adelaida. El equipo no llegó bien. Se había distraído en otras cuestiones. Pichot, el nuevo capitán, asumió el error y tomó nota para que no se repitiera.
La pelea fuerte en el camino a 2007 fue con la dirigencia. Los líderes del equipo (Marcelo Loffreda sumaba su segunda etapa como entrenador), ya profesionales con varias temporadas en Europa, querían la mejor preparación. Hubo huelgas, solicitadas, desplantes y guerra a través de los medios. Una reunión caliente en Roma, en noviembre de 2006, empezó a enderezar el barco. Apareció Pensacola y estaba un equipo que en su gran mayoría había sido preparado en Europa. Llegó el Bronce. Cambió todo. El principio de lo que es hoy.
La transición a Nueva Zelanda 2011 fue muy dura. Se sumaron derrotas, pero empezó a funcionar el Plan de Alto Rendimiento y nacieron los Pampas. Desde allí se nutrió el equipo dirigido por Santiago Phelan, el primer coach rentado full-time en la historia de los Pumas. Otro digno y meritorio acceso a los cuartos de final, perdiendo ahí nomás con los All Blacks.
Pero en 2012 estallaron las peleas internas en el equipo, que erosionaron el año 2013. No sólo renunció Phelan. El conflicto con la dirigencia y luego con Daniel Hourcade también le costó la cabeza a Patricio Albacete. Las victorias al final de 2014 trajeron algo de calma y este trayecto final fue más tranquilo que los anteriores, aunque no faltaron las exclusiones polémicas (Manuel Carizza, Gonzalo Camacho).
Nicolás Sánchez, el más joven del equipo que jugó el Mundial 2011, era amateur en ese momento. Debutó como titular al año siguiente, en el primer Rugby Championship. Hoy es uno de los 31 jugadores profesionales que trajeron los Pumas a Inglaterra 2015, la enorme mayoría contratados directamente por la UAR. Tan distinto es todo a 1987 que no parece que hubiesen pasado sólo 28 años y, con el que empiece mañana, ocho Mundiales.