Mundial de rugby. Irlanda reverdece ante Escocia y hace los deberes para romper un viejo maleficio
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YOKOHAMA, Japón.- Al atravesar la puerta de acceso se comprende rápidamente por qué el International Stadium Yokohama es el más importante del Mundial de rugby de Japón 2019, aún por sobre el de Tokio. Es imponente. Con capacidad para 75.000 espectadores, es el más grande de este país. Y cuando irlandeses y escoces entonan el "Ireland Call" y el "Flower of Scotland", la mole de cemento cobra vida y devuelve un espectáculo conmovedor.
Así como en las tribunas los irlandeses fueron amplia mayoría y su canción se oyó más fuerte, adentro de la cancha también fue el verde el color dominante. Irlanda llegó como uno de los favoritos a disputarle el cetro a los hombres de negro y lo reafirmó con un triunfo contundente por 27-3 ante un equipo escocés que se sabía un escalón por debajo, pero que no está exento de talento. Irlanda cumplió con su cometido de ganar jugando bien y dio un gran paso para evitar, precisamente, a los All Blacks en cuartos de final.
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Los cuartos de final son el karma de los irlandeses, ya que nunca pudieron superarlos. Son el único equipo de los nueve más poderosos que nunca jugó una semifinal en la historia de los mundiales. El juego que desplegaron ante Escocia hace pensar que esto, una vez más, es posible.
El clásico entre Irlanda y Escocia, el único duelo de países británicos en la primera rueda, empezó a vivirse en las adyacencias del estadio. Lejos del dramatismo que alguna vez enfrentó a estos países en conflictos bélicos como la Guerra de los Tres Reinos en el Siglo XVII, los hinchas del Trébol y del Cardo compartieron la previa tomando cerveza (mucha) y luciendo sus camisetas y trajes típicos. Y no sólo los escoceses vestían las típicas kilts, las polleras masculinas, también muchos irlandeses.
Si Escocia aparecía como una amenaza luego de un par de victorias resonantes en los últimos dos años (ante Francia e Inglaterra), Irlanda se encargó de desactivarla con sus armas conocidas. Formaciones fijas impecables, maul arrasador, sobriedad en la conducción, creatividad y definición por las puntas. Por si fuera poco, la defensa en situaciones límite fue encomiable y varias veces evitó el try rival estando apretado contra las sogas.
Sólo la lluvia intensa que se agudizó en el segundo tiempo impidió un mayor lucimiento de los irlandeses, ya que cada vez que intentaban mover la pelota a las puntas su traslado se complicaba por la humedad. Si no, más amplio aún habría sido el marcador. Así y todo, cuatro tries a favor y el in-goal invicto, punto bonus incluido, son más que suficientes para tomar el control de un grupo que, por debajo suyo, aparece muy parejo con Japón y Samoa intentando asaltar el segundo puesto y Rusia dando batalla.
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Con estandartes como Jonathan Sexton (disminuido físicamente), Rory Best, Tadhg Furlong y Peter O’Mahoney, y con jóvenes que ya son figuras como Jordan Larmour, James Ryan y Jacob Stockdale, tiene con qué ilusionarse para cortar el infausto récord en Mundiales.
Los 63.731 asistentes, en definitiva, disfrutaron un buen espectáculo y fueron también protagonistas del mismo. Irlanda se quedó con el clásico.
Un estadio con historia futbolera
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Inaugurado en 1998, el International Stadium Yokohama fue el escenario de la final del Mundial 2002, cuando Ronaldo le dio el título a Brasil con dos goles ante Alemania. Además, aquí Boca ganó la Intercontinental de 2003 por penales ante Milan y perdió la de 2007 ante el mismo rival, misma suerte que padeció River en 2015 ante Barcelona.
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