Mundial de rugby: los Pumas, con un equipo muy distinto al de 2007, pero que se plantea llegar tan lejos como aquel
TOKIO.– Un partido. Así están planteadas las expectativas de avanzar a los cuartos de final en la víspera del debut de los Pumas en la primera Copa del Mundo de rugby que pisa el gigante asiático. Francia, parecen entenderlo todos, representará la medida de hasta dónde puede llegar el seleccionado argentino en su viaje a Japón. Será en la maravillosa Tokio, la ciudad emblemática de un país en el que se mezcla de modo mágico lo milenario con lo tecnológico, donde el equipo capitaneado por Pablo Matera tendrá 80 minutos en lo que se espera que sea un playoff dentro de la primera rueda. Yendo a un análisis más amplio en el tiempo y en el desarrollo, será también la primera experiencia mundialista para el plan que aceleró la UAR después de Inglaterra 2015, y que entre sus riesgos significó, a la hora del ya lejano sorteo, caer en un grupo junto a dos de los grandes.
Pero ese plan también ayudó, sobre todas las cosas, a que los Pumas llegaran a esta Copa del Mundo con una competencia previa única en la historia. Al valioso roce internacional que se puso en marcha en 2012 con la inclusión en el Rugby Championship, para Japón se le agregan los cuatro años de Súper Rugby, que sirvieron para ampliar aún más la base. Una prueba contundente es el XV que decidió Mario Ledesma para la cruzada con les bleus: son 13 de los que jugaron la final con Jaguares frente a Crusaders, más dos que vienen de Europa (Juan Figallo y Nicolás Sánchez). El banco es otra prueba de ello: salvo Benjamín Urdapilleta, los 6 restantes forman parte del llamado "sistema". Entre ellos, una de las joyas que vienen de los Pumitas, el cordobés Santiago Carreras, un crack polifuncional que se pondrá la celeste y blanca sin haber debutado todavía como titular.
Es un partido ahora, el que se viene en el Tokyo Stadium, pero el campeonato que juega el rugby argentino en su escena internacional es más largo. Eso hay que mirar, por más que en este momento, con toda lógica, solo haya ojos para Francia. Sin embargo, la proyección debe encararse, y así está previsto, hacia otra Francia, la de 2023, sede de la próxima Copa del Mundo. Ahí debería concluir todo este proceso que se inició tras el antes y después que causó el Bronce 2007, del cual aquí hay varios de sus integrantes en el plantel de 31 (Juan Leguizamón, el único sobreviviente) y el staff (Ledesma, Fernández Miranda, Fernández Lobbe, Gaitán y Longo).
Volvamos a este partido, un partido. No hay punto de comparación con otros en anteriores Mundiales. Quizás el más parecido, en cuanto a trascendencia para la clasificación, haya sido el del primero, aquel de 1987, cuando Nueva Zelanda recibió la primera Webb Ellis, en un mundo del rugby que hoy parece de dos siglos atrás. Los Pumas debían ganarle en el debut a Fiji, dado que el otro partido (en ese entonces eran 16 equipos en 4 zonas) era con el local, amplio favorito. Los capitaneados por Hugo Porta llegaban como candidatos a quedar entre los 8, pero el encuentro con los isleños resultó una pesadilla. Esa tarde, en Hamilton, los argentinos empezaron a quedarse afuera.
En los demás torneos, si bien hubo un partido contra un grande en el debut, el decisivo fue más tarde. En 1991, tras perder con los Wallabies, luego campeones, la clasificación dependía de ganarle a Gales y a Western Samoa. Se cayó en los dos. En 1995, luego de Inglaterra, la posibilidad estaba en los cruces con Samoa e Italia; misma suerte: 0-3. Hasta que en 1999 se rompió la mala racha. No se esperaba una victoria ante Gales, el local, en el primer test, pero había que ganarle a Samoa, algo que se hizo para después pasar a Japón y, en el primer impacto mundialista, superar a Irlanda en el playoffs para los cuartos de final, donde el freno lo puso Francia.
Hay tentación periodística de vincular este partido con el de 2007, pero en lo único que se parecen es que fue el primero para ambos. Incluso aquel fue en otro marco, porque Francia era el local y se trataba del encuentro inaugural. Pero todo lo demás fue otra historia: los Pumas sabían que si perdían ese partido tenían otra verdadera final con Irlanda en el último choque del grupo. Sí puede decirse que esa victoria fue el kick-off para más tarde hacer historia.
Lo mismo sucedió en 2011. El primer encuentro fue con Inglaterra (derrota ajustada), pero la final para ir a cuartos fue con Escocia. Y en 2015, tras el test del comienzo con los All Blacks, el fixture resultó sencillo, por lo que fue una cómoda clasificación con el juego y la cabeza en puntos altos para después voltear a Irlanda en Cardiff y llegar nuevamente a las semifinales.
Cuando ayer le preguntamos a Ledesma en qué no se podía fallar en la tarde japonesa del sábado, el entrenador no dudó: "en lo mental". Hay tanto tiempo transcurrido –el sorteo fue el 10 de mayo de 2017- analizando y soñando este partido –"desde que salió el fixture que no pensamos en otra cosa", señaló Matías Moroni, reflejando la realidad mayoritaria en el plantel– que, sin dudas, el factor de la cabeza será decisivo en las esperanzas argentinas. Debe advertirse que no es un aspecto en el que hayan sobresalido los Pumas en los últimos tiempos. Es más: se transformó en un déficit.
También debe remarcarse que ese punto bajo se dio especialmente con los europeos. Y se transformó en resultados en contra: después del cuarto puesto en Inglaterra 2015 solo hubo una victoria (ante Francia, en Tucumán, 2006) en 15 encuentros ante los 5 grandes del Norte. En algunos, con trámite y resultado a favor en la mayor parte del pleito. Cuando el rugby argentino se dio cuenta de que ya no alcanzaba con la garra y el corazón que en otros tiempos desequilibraba aún en disparidad de fuerzas, empezó a agregarle a ese gen que ya viene desde la cuna, las destrezas y la preparación física y complementaria necesarias para competir en la alta competencia. Pero ese trabajo de elite todavía no incorporó, como es debido, la cuestión mental. En la Argentina se piensa que eso ya está en el jugador seleccionado y que se lo fortifica en el entrenamiento de campo.
El factor mental de un equipo se trabaja individualmente y con un sistema acorde. Hay un ejemplo archisabido, que es el de los All Blacks. Tras los fracasos en 1999, 2003 y 2007, se propusieron revisar su cabeza. Ahí apareció Gilbert Enoka, quien es tan importante como lo fue Graham Henry y como lo es Steve Hansen. Más allá de lo que suceda en el cruce próximo con Francia y aunque los Pumas den una prueba mental y de carácter, como es lo esperado, el rugby argentino de alta competencia debe darle su importancia al factor mental para completar así el cuadro del proceso que viene elaborando.
Es un partido, pero también, verdad de Perogrullo, el camino sigue después de Francia. Es un Mundial largo el del rugby, y este de Japón parece abierto para los candidatos. Los Pumas están en ese lote. Tienen motivos para vencer a les bleus y para quedar en el grupo de pelea por el título. Un partido, que se presenta como una final (también lo es para los franceses) y con los ingredientes dramáticos que le puede agregar el clima (se anuncian fuertes lluvias para mañana), pondrá fin a tanta espera y abrirá otro escenario.
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