Qué demostrado: el rugby contagia solidaridad, no Covid
No hay deporte que haya sido tan castigado por las desmesuradas restricciones que se ensayaron para frenar la pandemia como el rugby. A nivel internacional, los Pumas recibieron un golpe tan contundente que modificó su esencia a partir de la disolución del Súper Rugby y la consecuente partida de todos sus jugadores a Europa. A nivel local, la anulación de todo certamen competitivo por más de un año y medio no sólo alteró la cotidianeidad de los jugadores que hacen de este deporte una forma de vida sino que hirió severamente a muchos clubes, especialmente los más carecientes.
“En las categorías competitivas hay un 20% menos de fichajes y hay un 40% de clubes que están en una situación complicada por la falta de jugadores”. La enunciación de Santiago Marotta, presidente de la URBA, en su entrevista para LA NACION, es reveladora. Las secuelas de la pandemia, o mejor dicho, de la cuarentena, tardarán en sanar. Lo dijo en la antesala de las semifinales del Top 12 de la URBA, que este fin de semana sostendrán, en el CASI, Newman ante CUBA (este sábado, a las 17) y el SIC vs. Hindú (el domingo).
La merma tiene algo de lógica. El rugby es un deporte que requiere de mucha preparación. Aun en las categorías menores, hay entrenamientos dos o tres veces por semana, más dos o tres sesiones de gimnasio. Por eso, la vuelta no fue sencilla. Al margen de todas las trabas burocráticas que hubo que sortear para que regresara la actividad, trabas que no se les impusieron a otros deportes, era necesario contemplar un período considerable de pretemporada. No es extraño que muchos se hayan volcado a otros deportes menos demandantes, de satisfacción más inmediata y donde no existió tamaña incertidumbre.
El rugby también es un deporte de contacto. De mucho contacto estrecho y poca distancia social, para utilizar términos covideanos. Cuando comenzó la competencia a fines de julio, no pocos auguraban olas de contagios adentro de los clubes. No obstante, un solo partido del Top 12 debió suspenderse por un brote en un club, más otro en Primera A, en un certamen que reúne a 92 clubes divididos en siete categorías. “Esto demuestra que el rugby no contagia”, afirmó Marotta.
La URBA puso en marcha un andamiaje solidario para lograr que subsistieran esos clubes que se vieron más afectados por la fuga de jugadores, que mayormente son clubes de recursos más escasos ya que dependen del aporte de cada uno de sus socios y que cumplen una importante función social y formativa que excede al rugby.
Vaya una enmienda, entonces, a aquel postulado de Marotta. El rugby no contagia Covid, contagia solidaridad.
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