Top 12: el paso que le falta al SIC de los jóvenes para alcanzar la gloria que el club conoce
Marcos Borghi tenía 17 años cuando vio a su hermano Tomás levantar la copa, en 2011. Hoy es el capitán del San Isidro Club. "No tenemos que conformarnos", avisa. Andrea Panzarini tenía 14 y no era todavía ese tercera línea incansable, de los mejores del torneo. Trata de no quebrarse de la emoción: "Era lo que más quería en mi vida. Y acá estamos". La misma edad tenía Joaquín Lamas, ahora goleador. "Es increíble", admite. Los tres experimentan una sensación que vieron y les contaron muchas veces, pero que nunca habían vivido en carne propia.
Desde hacía ocho años el SIC no llegaba a una final de la URBA. Demasiado tiempo para el segundo club más ganador de la historia del rugby de Buenos Aires, con 25 títulos. El trabajoso 20-13 a Pucará es la confirmación de que el club de Boulogne vuelve al lugar al que pertenece. Casi sin sobrevivientes de aquel campeonato de 2011; con algún minuto de participación perdido por ahí en la campaña. "Es una camada de jugadores ’87 hasta ’99 que merecen estar acá porque dejan todo de lado", dice Panzarini.
El SIC estaba desaparecido de los primerísimos planos desde aquel sábado en que Benjamín Madero clavó un drop inolvidable en tiempo extra que valió el título. No sobrellevó un profundo recambio generacional. Varios históricos se retiraron y, de repente, los más jóvenes tomaron la posta con un puñado de partidos en la primera.
En 2016 volvió a los playoffs y cayó ante San Luis. No pudo en la semifinal con Alumni un año después y se quedó a la puerta de la clasificación en 2018. Esta temporada fue distinta: se aseguró su plaza con anticipación. "Construimos un buen juego y nos hicimos un equipo completo", valora Marcos Borghi, el capitán.
En Boulogne no querían ser otra víctima de una maldición: suman cuatro los años seguidos en que el que termina primero en la tabla no lo ratifica en los playoffs. San Luis, por caso, arrasó durante todo 2018 y terminó sufriendo, con Alumni, la goleada más amplia en la historia de las semifinales de la URBA.
Más allá de un inicio tibio, SIC tuvo claro cómo hay que jugar estas etapas. No se desesperó cuando Pucará lo madrugó con un try; sacó rédito cada vez que su rival se pasaba de rosca. Fue tal su dominio que en el descanso estaba 17-5 (un penal y dos tries), ante un Pucará desquiciado, que no cruzó el medio de la cancha y tuvo dos dígitos de faltas.
Este plantel no tiene la experiencia de Hindú y Belgrano en playoffs, pero no hay dudas de que aprende rápido. Pucará lo puso contra las cuerdas en la segunda mitad, le descontó ocho puntos y le forzó una amonestación a 20 minutos del final, pero el SIC entendió que tenía que bajarle las revoluciones al partido y volver a jugar con la ansiedad de su vigoroso rival. Y no solamente mantuvo la ventaja de 7 tantos, sino que además cerró el partido en la zona de 22 metros del adversario.
Tampoco será este el año para Pucará. El plantel cuenta con un potencial individual único, pero no logró sacarse de encima los nervios propios de una instancia clave. Lo mismo le había pasado con Hindú en 2017. "Vamos a seguir intentando. En algún momento se nos dará", sostiene Tulio Sosa, el capitán.
Del otro lado, Ocho años después y con un equipo muy diferente en nombres, el SIC está a un paso de honrar su pasado de gloria. "Esto no terminó", advierte Borghi. El equipo zanjero está de regreso de la mano de una camada hambrienta, a tono con la historia del club.
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