Punto de vista. Si fuera por el Káiser, se hace un monumento
Daniel Passarella se definió como "el presidente más democrático de la historia de River" ante un grupo de periodistas a los que eligió por una cuestión de afinidad o confianza para exponer sobre su gestión. Armó una conferencia de prensa con derecho de admisión, restringida a una lista confeccionada cuidadosamente por él y un colaborador cercano. Nada menos democrático y participativo. Esta contradicción del Káiser es una anécdota menor comparada con otras mucho más graves, que tuvieron a River a veces a los tumbos y en otras directamente derrumbado en los cuatro años de su gobierno.
Siendo generosos, la falta de autocrítica de Passarella podría adjudicarse a la desmemoria, a su falta de experiencia para llevar los asuntos de un club. Aunque muchas de sus definiciones sonaron a un cinismo premeditado. Según sus palabras, si no le fue mejor se debió a que tuvo "problemas" de comunicación con la prensa y a que Julio Grondona lo perjudicó deliberadamente. Victimismo en estado puro, una claudicación total respecto del "Gran Capitán" responsable que fue en las canchas.
Expresó que el "equipo se fue a la B, pero que el club ya estaba en la B" cuando él asumió. Olvidó que tuvo un año y medio para reconducir la delicada situación deportiva que había heredado, y que no hizo más que agravarla hasta dar con los huesos en la B Nacional.
Se invistió de valiente, de un cruzado: "Fui el único que le dije a Grondona que se tenía que ir". Dos años después de aquella declaración de guerra, la derrota es suya: se va por la puerta de atrás y don Julio sigue en la poltrona de la AFA.
Se defendió del polémico canje para los socios al adjudicárselo a una imposición del "Gobierno", pero no dijo una palabra de la desembozada reventa (no hace falta presentar el carnet para ingresar en el Monumental) que desencadenó ese sistema, con los consiguientes beneficios económicos para la barra brava.
Sin ruborizarse dio por obtenido el "campeonato económico", mientras el último balance muestra que deja el cargo con un pasivo de 383 millones de pesos, 89 millones más en rojo que el ejercicio anterior, y con cheques rechazados por 15 millones desde hace cuatro meses. Sólo le faltó decir que ya encargó el bronce para que le hagan un monumento.
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