Punto de vista. Siempre aparte y especial
BELO HORIZONTE, Brasil.– Las eliminatorias son un ámbito bastante nuevo y reciente para cobijar a la histórica rivalidad entre Brasil y la Argentina. El de hoy será el tercer capítulo entre ambos por la clasificación para un Mundial, luego de los dos por la competencia para Corea-Japón 2002, saldados con un triunfo para cada uno. Si bien un Mundial es el objetivo supremo, y más tratándose de dos seleccionados ambiciosos como Brasil y la Argentina, el de Alemania 2006 todavía aparece muy distante.
Está claro que la explicación precedente no habilita a la despreocupación ni dejadez en la paciente y consecuente tarea de sumar puntos para asegurar una de las cuatro plazas clasificatorias directas. Pero el choque de hoy se proyecta por encima de esas necesidades y obligaciones matemáticas. En ninguno de los dos campamentos se escucha que los tres puntos en disputa son fundamentales para despejar la llegada a Alemania. Tanto Brasil como la Argentina ponen la liturgia y la magia del partido por encima de lo que pueda reportarles específicamente para la tabla de posiciones. En nuestro seleccionado, Bielsa refrendó la opinión de varios jugadores, en el sentido de que canjearían el primer puesto en las eliminatorias por un triunfo ante Brasil. En el plantel campeón del mundo se escucha recurrentemente la calificación "especial y diferente" para definir al cotejo de hoy.
Es indudable que se trata de un campeonato aparte dentro de las eliminatorias. Cuando llegue el momento del balance final, dos serán las evaluaciones por hacer: cómo fue la clasificación en general y qué tal resultaron los enfrentamientos con Brasil. Esta comparación no es imaginable con ningún otro rival sudamericano. Así lo viven los jugadores, los cuerpos técnicos y la gente. Si el fútbol moviliza tanto los sentimientos y es un símbolo de pertenencia a una identidad, es gracias a encuentros de este tipo, en los que no cabe lo superfluo o lo insustancial.
El fútbol cambió mucho en todo lo que lo rodea. Se transformó en un acontecimiento comercial en el que todo tiene su precio. Pero para que el negocio funcione deben seguir existiendo 90 minutos en los que el juego conserve un espíritu tribal, una significación de ritos y valores que excedan lo coyuntural. Y un Brasil-Argentina siempre está llamado a ocupar esa dimensión.
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