Tengo una carta para ti
MADRID.- Hay un cuento de Edgar Allan Poe en el que la policía debe encontrar una carta desaparecida, una carta ansiada por todos que alguien guarda en su casa. Cuando llaman los agentes a la puerta, el propietario de la carta decide esconderla de tal forma que nadie la pueda encontrar. Después de horas de registro, todos se dan por vencidos y abandonan el departamento. La carta estaba frente a la chimenea, a la vista de todos, en el lugar más visible de la casa: un punto al que es prácticamente imposible no dirigir la mirada.
Cuando ayer se metieron ocho jugadores de Atlético de Madrid en el área a defender un centro de Jordi Alba, el lateral de Barcelona, sólo tenían a dos atacantes que vigilar: Luis Suárez y Leo Messi. Ocho para dos. Estaba por delante el Atleti en juego, y lo estaba en el marcador. Consecuencia de ello también lo estaba en la tabla, con lo que eso supone a principios de febrero. La jugada la habían armado por detrás los culés con sedosa habilidad. La tuvo Neymar en la alcoba del campo y el brasileño, tras mirar al arco y alertar al portero, se la filtró al motorcito de Alba.
La carta estaba sobre la chimenea, a la vista de todos. La colocó el Barça a rematar el centro. Hizo invisible a quien arrastraba a las cámaras y las miradas del público, incluidos los rivales; también Simeone, que se puso a abrir mucho los ojos como en las películas de terror. La maniobra partió en dos el partido. Fue como si al entrar en el área Leo se sumergiese en el agua y reapareciese para darle una dentellada al balón y golpearlo a gol. Ni siquiera en cámara lenta se aprecia el movimiento. Ocho rivales buscaron al diez del Barça y el diez se quedó solo: tras golpear el cuero, llamados por el humo de la pistola, los defensas se echaron a sus pies para parar lo que ya había ocurrido.
* Periodista y escritor español