El arte de relegar una rivalidad
Nadal y Djokovic dieron un show atípico para dos estrellas que luchan por el N° 1
El clima, sofocante, provocaba que se hiciera prácticamente insoportable permanecer a la intemperie. El sol quemaba la piel cual si fuera un lanzallamas. No corría viento. El cemento y los tablones del estadio en La Rural, ardían. Las piernas, entumecidas. Era el infierno mismo. Pero en el medio, un hecho concreto, un show que impulsó a más de 13.000 espectadores a comprar entradas con precios que no eran económicos. El número 1 y el número 2, Rafael Nadal y Novak Djokovic. Los galácticos, los tenistas que superan por varios cuerpos al resto. Los atletas que lucharon todo el año, cabeza a cabeza, por los mismos objetivos. Es verdad que la razón por la que todavía no están de vacaciones es económica: regresan a Europa con millones en sus cuentas -las versiones indicaron 2 millones de dólares por encuentro-. Pero ello no invalida lo que exhibieron: un arte para aflojar tensiones y olvidar la fuerte rivalidad, al menos por unos días. Una fenomenal predisposición para lucir descontracturados, como si no se trataran de clásicos rivales que poseen el récord de enfrentamientos en la era moderna (39).
Durante varios días, en Santiago, Chile; en el Glaciar Perito Moreno (participaron de una publicidad para promocionar el turismo), en la Bombonera (en el entretiempo de ayer entre Boca y All Boys, vestidos con la indumentaria xeneize, ejecutaron penales), o en el predio de exposiciones lindante con Plaza Italia, Nole y Rafa hablaron el mismo idioma. Anteayer habían jugado dobles juntos frente a David Nalbandian y Pico Mónaco, en el homenaje al cordobés. Y ayer, en la hora y media que suelen durar las exhibiciones de este tipo, el mallorquín triunfó por 6-4 y 7-5. Pero más allá del juego, en el que se observaron destellos de la gran categoría de ambos, lo atractivo fue el show, la química entre dos jugadores que pelean por lo mismo. Que, según cuentan, tenían una gran afinidad hace unos años, pero que se fue diluyendo a partir del crecimiento del serbio. Es más, tras aquella temporada récord de Djokovic en 2011, sentencian que algo se rompió. Hace tan unos meses, Srdjan Djokovic, padre de Nole, criticó a Nadal por una supuesta "falta de espíritu deportivo" y, picante, en un diario de Belgrado, contó: "Nadal era su mejor amigo mientras le ganaba. Cuando las cosas cambiaron, ya no eran de ese modo".
Aquí, lo que menos se advirtieron fueron gestos incómodos. Es más, Djokovic (osado y simpático) y Nadal (mucho más tímido que el serbio), sorprendieron con bromas fuera de lo común entre deportistas que a lo largo de la temporada se llevaron a los límites, crisparon los puños, se miraron con tirantez y se quisieron ganar con furia. Ayer, durante la exhibición, una chica le gritó a Nadal un elogio sobre su cola; el español se sonrojó, lanzó una carcajada, Djokovic cruzó la cancha y se puso a la par del mallorquín comparando atributos. Nole, todo un personaje, hizo algunas de sus clásicas imitaciones, incluso la del propio Nadal, arremangándose y tomando la raqueta con la mano izquierda. Djokovic, por momentos, se robó el show: bailó con la música de la película Men in Black (el actor Will Smith, que está filmando en el país, participó de la premiación) y hasta se dispuso a que Nadal le arrojara champagne en la boca tras el final.
Claro, no todo salió redondo en la tarde: hubo algunos contratiempos en la ubicación del público y, sobre todo, en la falta de controles en muchos sectores altos; hubo espectadores que se encontraron con sus butacas ocupadas y sin nadie a quien reclamar por ello. Ese fue un punto negativo.
Al margen, se vivió una jornada especial para los amantes del tenis. Había que retroceder hasta 1978 para hallar antecedentes de enfrentamientos entre el 1 y el 2 del ranking del momento en la Argentina, cuando Jimmy Connors y Bjorn Borg jugaron un cuadrangular en Obras Sanitarias.
El año pasado fue Roger Federer. Ahora Nadal y Djokovic se lucieron en estas tierras, relegando una rivalidad que en 2014 promete profundizarse.
Silbidos en la boca
Cuando Djokovic llegó al país, Mauricio Macri le entregó una camiseta de Boca, pero el serbio prefirió una de San Lorenzo por su admiración al Papa. Ayer, cuando ejecutó un penal en la Bombonera, recibió una silbatina. Lo tomó con humor.
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