El estigma de las semifinales
La Argentina sólo consiguió una victoria en las siete posibilidades que tuvo para acceder a la definición; ante Eslovaquia, espera una segunda oportunidad
BRATISLAVA (De un enviado especial).- En la centenaria historia de la Copa Davis, la Argentina no tuvo mucha fortuna en su paso por las semifinales, con apenas una victoria en siete encuentros en busca de la final: fue la que se obtuvo ante Gran Bretaña, en octubre de 1981, y valió como pasaporte para la definición ante los Estados Unidos, en Cincinnati, con victoria para los locales por 3 a 1.
La huella más profunda la marcó Guillermo Vilas, protagonista en cuatro semifinales; no por casualidad el zurdo acapara todos los récords de nuestro país en la Davis. El ciclo comenzó en 1977 con una caída ante Australia (2-3); era el mejor momento de Vilas, que venía de ganar el US Open, en Forest Hills, en medio de una racha que llegó a los 46 partidos sin perder. El ex N° 2 del mundo ganó los dos singles que jugó ante los aussies, pero no alcanzó.
Tres años después, ya con José Luis Clerc en el equipo, se dejó pasar una buena oportunidad al perder en Buenos Aires con Checoslovaquia (2-3), en un match recordado por la aparición de Ivan Lendl, futuro Nº 1 del mundo, y por las solicitadas generadas por el conflicto que estalló entre Vilas y la Asociación Argentina de Tenis, con declaraciones cruzadas en un clima enrarecido.
En 1981 llegó otra posibilidad y, esta vez, la tercera fue la vencida: con un 5-0 ante Gran Bretaña, la Argentina obtuvo su único triunfo en una semifinal, pero en la definición prevalecieron John McEnroe y Roscoe Tanner, que hicieron las cosas mejor. La era de Vilas y Clerc concluyó en la carpeta sintética de Estocolmo, en 1983, y con un 1-4 sin vueltas ante la Suecia de Mats Wilander.
Después llegó otra generación, que contó con una sola oportunidad: fue en 1990, ante Australia, en Sydney. La Argentina tenía un muy buen equipo, pero Australia ganó por un 5-0 exagerado: Jaite estuvo cerca de ganarle a Masur, lo mismo que Frana y Miniussi en el dobles.
La sexta semifinal, ante Rusia y en Moscú, es un recuerdo aún fresco: el partido que se le fue de las manos a Gaudio ante Kafelnikov, la batalla de 6h20m que Nalbandian y Arnold ganaron en el dobles, el poderío de Marat Safin... Se estuvo más cerca de lo imaginado, pero otra vez fue derrota (2-3).
Un año más tarde, la Argentina volvió a tener una posibilidad como visitante; en este caso, ante la poderosa Armada Española, en Mallorca, que contaba entonces con el N° 1 del mundo, Juan Carlos Ferrero.
Gaudio cayó holgadamente con Ferrero y Mariano Zabaleta estaba dos sets arriba con Carlos Moya (N° 6 del mundo en ese momento), pero se acalambró y perdió. En el dobles, Arnold y Calleri descontaron y en el cuarto punto, el cordobés dio la gran sorpresa: igualó la serie con un fantástico éxito ante Ferrero. En el match decisivo, Moya se impuso con comodidad a Gaudio.
Ahora, ante Eslovaquia, el desafío es torcer una historia adversa para llegar por segunda vez a la cita máxima por la conquista del torneo creado por Dwight Davis hace ya 103 años.
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