Tenis | El Abierto de Australia. El expreso humano
A los 24 años, el N° 1 del mundo, Roger Federer, sumó una nueva conquista: venció en la final del primer Grand Slam del año al sorprendente chipriota Marcos Baghdatis por 5-7, 7-5, 6-0 y 6-2; la máquina tenística dentro del court se emocionó fuera de él
MELBOURNE.– A medida que transcurra el tiempo, la historia dirá que ganó el mejor, el número 1 del mundo, que dominó la lógica, que no hubo milagro. Quedará un resultado, y acaso alguna referencia para ese jugador casi desconocido que llegó sorpresivamente hasta la final; en cambio, las sensaciones quedarán impregnadas en la piel de los protagonistas, porque el deporte está hecho de emociones y el tenis no escapa a esa regla; por el contrario, se nutre de esos momentos particulares. Y nada más íntimo, especial y perdurable que la conquista de un torneo de Grand Slam.
Vaya si lo debe saber Roger Federer, que a los 24 años ya acumula siete conquistas mayores, y que se adjudicó por segunda vez el Abierto de Australia –tras su victoria en 2004–, al imponerse al chipriota Marcos Baghdatis por 5-7, 7-5, 6-0 y 6-2, en 2h46m.
Para un número 1, un triunfo de esta categoría podría considerarse entonces una rutina. No para Federer. Ese jugador distinto, que en cada partido es implacable, certero, hecho de acero, frío. ¿Sin emociones? No. El suizo también siente, como todos, las ansias de ganar, la presión, los temores. Pero consigue superarlos, acaso más que nadie, y eso –con su juego como aliado, a no olvidarlo–, lo hace diferente.
Este abierto australiano que ya empieza a quedar en los libros, guardará el nombre de Federer como campeón. Alguna vez, alguien recordará que, durante la entrega de premios, cuando lo usual es mostrar una sonrisa amplia, el suizo se quedó sin palabras, se echó a llorar, se abrazó con Rod Laver, la leyenda cuyo nombre identifica al estadio mayor del Melbourne Park; dejó escapar sus sentimientos delante de 15.000 personas en un estadio repleto, mostró su lado más humano.
Fue, seguro, el momento más particular en la última noche en este Melbourne Park. Porque nadie aguardaba esa emoción y por lo que se vio antes. Una final entre el gran favorito y la Cenicienta. Si alguno esperaba que Baghdatis saliera intimidado a jugar su primera final de Grand Slam, se equivocó. Desde el comienzo, se mostró más suelto y salió a jugar de igual a igual. Habrá que decir que la ilusión de completar el cuento con el final soñado le duró al chipriota poco más de una hora y media. En ese lapso, estuvo un set arriba, 2-0 y con dos break-points. Fue el momento en el que pensó en el después, se adelantó a sentirse campeón, y en ese mismo segundo empezó a trastabillar.
Federer sentía el miedo a la derrota. No encontraba la manera de desequilibrar, parecía incómodo y lento, y se había equivocado mucho, pero presintió la oportunidad donde parecía que no había nada y salió a presionar sobre el servicio de su rival; así ganó el segundo set y emparejó la cuenta. Todo eso sucedió en tiempo breve, pero volcó por completo el desarrollo de la final hacia el lado de Federer. Que siempre aparece en los momentos decisivos: eso también lo eleva al número 1.
No hubo manera de contener al Expreso a partir de entonces. Fueron once games consecutivos; más firme con el saque y más preciso en su juego, desbordó a un rival desorientado, al que le habían cambiado la partitura sobre la marcha. Baghdatis, a despecho de un calambre que sufrió en la pierna izquierda, ensayó un último intento, pero era demasiado tarde, el desenlace estaba escrito. En su primer match-point, Federer devolvió el saque de su rival y con dos saltos ya estaba bien adelante; el chipriota dejó la pelota en la red. Este Abierto de Australia empezaba a escribir sus últimas líneas.
Seguramente Federer sabrá de nuevos capítulos exitosos; Baghdatis, el hombre que saltó a la fama con tres victorias ante jugadores top-ten, buscará afirmarse como una nueva estrella del circuito. El mundo de las raquetas mudará sus valijas a otros destinos. Pero en algún lugar se guardarán las emociones. De ellas también se vive. Y por ellas Federer es algo más que un gran campeón.
35 títulos tiene Federer, el segundo jugador activo con más conquistas, luego de Andre Agassi (60), y el 14° en la era profesional.Ganó las siete finales de Grand Slam que disputó.