El invierno ruso de Maria Sharapova
La caída de Maria Sharapova es paradoja pura: tras toda una vida alejándose de Rusia, tras tanto buscar la "desrrusificación", es precisamente una sustancia creada en los tiempos de la Unión Soviética lo que deja su carrera al borde del nocaut.
Y no hay que engañarse: el meldonio no es una sustancia más. El que la toma, lo hace para mejorar el rendimiento deportivo, para sacar una ventaja ilegítima (y desde este año ilegal) sobre sus rivales. El laboratorio de Colonia, Alemania, uno de los centros clave en la lucha contra el doping, lo descubrió de pura casualidad el año pasado. Se trabajaba en la homologación de un espectómetro de masas, y en cientos de muestras de orina de deportistas se encontró una misma molécula, desconocida hasta entonces. Era el meldonium, que incrementa la resistencia, protege contra el estrés, activa el sistema nervioso central y acelera la recuperación tras esfuerzos físicos. Un sueño para cualquier deportista desesperado por arañar centésimas, ganar centímetros o meter sobre el fleje lo que normalmente aterriza dos dedos afuera.
Por eso es que la Agencia Mundial Antidoping (AMA) incluyó el meldonium en su lista de sustancias prohibidas desde el 1 de enero de este año. Increiblemente, el equipo técnico de Sharapova no revisó las novedades de la lista. O calculó mal el tiempo necesario hasta que la sustancia se volviera indetectable en los controles. En el primer mes de competencias del año, la rusa cayó. Lo mismo le había pasado desde el inicio del año a una decena larga de deportistas, todos rusos y georgianos, todos tentados por los beneficios de la sustancia de moda.
Ninguno de ellos tiene ni por asomo la entidad deportiva, la potencia comercial y la popularidad de Sharapova. Lo de la rusa es una bomba en el tenis, que viene sacudido en 2016: primero con el revitalizado escándalo de las apuestas, ahora con esto.
Eje de una maquinaria comercial y publicitaria de primer nivel, Sharapova siguió el lunes un guion cuidadosamente preparado al dar a conocer el positivo de doping. "Cometí un error enorme" es una frase conveniente para atenuar la pena, "lo tomo desde hace diez años" contribuye a crear una historia para defenderse, "no quiero terminar mi carrera de esta manera" apela al sentimiento de quiénes la juzgarán y a la empatía con los fans.
Pero nada de eso alcanzará si continúan revelaciones como las de Grindeks, la compañía letona que fabrica el meldonio. "Dependiendo de la condición de salud del paciente, el tratamiento con meldonio puede durar de cuatro a seis semanas", dijo la empresa a la agencia estadounidense AP. Sharapova aseguró que tomó meldonio por primera vez en 2006. No dejó claro que lo consumiera en forma regular, pero al hablar de diversos problemas de salud que moderaría la sustancia dio a entender que sí. Todo lo suficientemente ambiguo como para encontrar la salida menos dolorosa.
Compleja salida, porque no pinta precisamente luminoso el futuro de la rusa. Más allá de que Nike, Tag-Heuer y Porsche la abandonaran ya hoy, apenas horas después de conocerse el caso, lo que se perfila es el final de su carrera. La sanción será, forzosamente, importante. La ex número uno se perderá probablemente toda la temporada 2016, o incluso más. Regresar en 2017, ya al borde de los 30 años, no le será sencillo. Si es que le permiten regresar, si es que le quedan ganas y fuerzas.
¿La extrañará el circuito? Mucho en el aspecto comercial, algo menos en el tenístico, quizás no tanto en el personal.
La rubia es la encarnación de un meganegocio, una "empresa" que genera dinero gane o pierda con la raqueta, una caja registradora inmune a su ya larga década de humillaciones ante Serena Williams. Por ahí, todo bien: Sharapova es la número uno del tenis y más allá.
Deportivamente lo suyo es hoy en cambio algo más endeble, porque tiene mucho más pasado que presente, porque hace ya un tiempo que no manda como mandaba en la cancha.
Aunque es su faceta personal la más frágil. A diferencia de la serbia Ana Ivanovic, que combina el atractivo físico con un carácter y una sonrisa luminosos, Sharapova es pura frialdad. Fría para sonreir, fría y cerebral para manejar su relación con los medios, fría con sus compañeras de circuito.
Fría como un invierno ruso, que es el que ahora se le viene encima tras años de sol en La Florida.
sf
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