El recuerdo de un pionero al lado de los courts
Un periodista que sigue el circuito desde hace más de tres décadas evoca la hazaña de Vilas en 1977
PARIS.- La designación en el equipo periodístico de Radio Rivadavia para cubrir el Mundial de Alemania 74 me permitió cumplir un verdadero sueño: pasar antes por París y vivir Roland Garros, un mundo imaginario del que de niño había tenido noticias a través de LA NACION. La escala era de sólo tres días y fue justo el tiempo para ver perder a Guillermo Vilas, en un partido ante Manuel Orantes que duró dos días. Me había presentado en la puerta con mi carnet de periodista, y sólo la gestión de Raquel Giscafré, N° 1 de la Argentina por entonces y semifinalista ese año aquí, hizo que me acreditaran, ante mi ignorancia sobre la realización de toda una tramitación previa para tener acceso. Sería el punto de partida de una experiencia aún vigente.
Al año siguiente, y con la debida organización previa, comencé el circuito desde Roma hasta Gstaad, que tenía el Abierto de Francia y Wimbledon como sus puntos fuertes. Guillermo Vilas y Björn Borg dominaban en el polvo de ladrillo y no extrañó que ambos llegaran a la final. Recuerdo haber encuestado a unos 70 de los 250 periodistas acreditados por entonces, y una abrumadora mayoría dio por ganador al argentino. Por la mañana se habían entrenado juntos, del otro lado de la Peripherique, la General Paz de París, y yo fui uno de los privilegiados testigos junto con Bergelin, coach del sueco, y el preparador físico del argentino, Juan Carlos Belfonte. A la inversa de lo que ocurriría en la verdadera final, Vilas se había mostrado muy superior a su oponente. Fue una gran desilusión, porque el consenso lo había hecho casi el campeón.
En 1977, todo fue distinto. Excepto un set que se escapó, ante el chileno Belus Prajoux, el marplatense arrasó con sus rivales de tal manera que no cabía otro resultado que la obtencion del primer título de Grand Slam. El día de la final recuerdo haberme preparado como quien va a la mejor fiesta. Vilas era tan superior a Gottfried que el margen para la sorpresa no existía. El palco de prensa, descubierto y en la cabecera que actualmente ocupa la tribuna presidencial, daba directamente a una moderada sala donde, previa solicitud a las telefonistas, nos comunicábamos con Buenos Aires para "salir al aire" en forma periódica. Vilas, luego de recibir el trofeo, saltó al palco de prensa y vino a la cabina de entonces, similar a las que existían en el Buenos Aires, con ese techito campana, y desde allí llevó su voz a los argentinos a través de un diálogo con José María Muñoz. Fue una de las mayores emociones de mi vida y lo sentía como la culminación de un camino lleno de sentimientos encontrados. Era como si el que había ganado fuera un equipo y uno hubiera formado parte de él.
Hoy, nada es comparable. Desde la infraestructura hasta la presencia numerosa de la prensa. Nadie podía asegurar una final argentina, pero el hecho en sí no sorprende es absoluto. No es más que la consecuencia de lo que el circuito y sus resultados anunciaban como previsible. Siempre se necesita una ayudita para que la lógica pueda cumplirse. No sé si por esto o porque uno ya está curtido, vivimos este momento con absoluta tranquilidad. La misma con la que veremos, por primera vez, una final toda argentina, sin que interese el resultado. El triunfo llegó antes.
A 27 años del logro del gran Willy
PARIS (De un enviado especial).- Un día más tarde que hoy, pero hace 27 años, el tenis argentino escribía su primer romance con el polvo de ladrillo de París. Fue una tarde lluviosa, en un estadio viejo, pero colmado, cuando Guillermo Vilas se proclamó rey de Roland Garros.
En la final, Vilas venció al norteamericano Brian Gottfried por 6-0, 6-3 y 6-0, en el match con menos games de la historia del certamen. Había llegado a la final con sólo un set en contra, que le quitó el chileno Belus Prajoux en la segunda rueda. En 1h53m tiró la raqueta al aire, saltó y disfrutó de su primer título de Grand Slam. Hoy, estará en el palco o quizás en la entrega de premios, mirando un éxito argentino y reviviendo en su mente ese día de gloria.
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