Tenis / La gran frustración. En la galería de las mayores tristezas
El desencanto por la derrota, comparable con el del Mundial 2002, el 5-0 con Colombia o el subcampeonato de Reutemann
En un país con tan vasta cultura deportiva como la Argentina es imposible evitar que el tiempo, así como cada tanto concede grandes alegrías en ese terreno, también vaya hilvanando grandes decepciones. La que se vivió este fin de semana se sintió tan duramente como las peores que se recuerden y como algunas que ya sólo reviven diarios amarillentos. Es que, además, los calificativos trazan diferencias, a veces no tan sutiles: frustración, dolor, golpe, decepción. El último alude a situaciones de derrota en las que todo hacía prever el mejor escenario; el "dolor" o el "golpe" refieren a perder algo muy preciado, pero cuando la caída también estaba en los cálculos.
Como sea, el repaso podría ser extenso si se revisara minuciosamente la historia de nuestro deporte, pero un recorrido por lo más notable tal vez podría tener punto fundacional hace medio siglo: Suecia, 1958. El seleccionado argentino de fútbol había llegado al Mundial con las ínfulas de quien se supone superior al resto, pero el cachetazo que recibió fue tan grande que significó una bisagra en términos de autoestima y mentalidad competitiva. Después de un 1-3 con Alemania y de un 3-1 a Irlanda del Norte, el 15 de junio la selección soportó un 6 a 1 ante Checoslovaquia que significó la eliminación y un cartel histórico indeleble: "El desastre de Suecia".
A comienzos de los 80 se sufrió ante los televisores por la desventura que le cupo a Carlos Reutemann. El Lole llegó al último GP de 1981, en Las Vegas, con todo servido para proclamarse campeón de la Fórmula 1. Le bastaba con terminar por delante de Nelson Piquet, pero su Williams aquel día pareció de papel: el brasileño lo superó y celebró el título. Para peor, Alan Jones, compañero del argentino pero muy enfrentado, ganó la carrera ("cuando le saqué una vuelta creí que me moría de alegría", dijo después el australiano).
¿A quién no le quedan todavía las sensaciones desagradables del 5-0 asestado por Colombia, en el Monumental, camino a EE.UU. 94? Un golpe que no se borrará nunca y que puso en peligro la clasificación para ese Mundial. Tan difícil de digerir como lo que pasó ya en tierra norteamericana, al día siguiente de la victoria sobre Nigeria, en el segundo partido: la devastadora noticia del resultado positivo en el doping de Maradona fue el prólogo para la despedida del torneo.
El adiós en la primera rueda del Mundial 2002 de un equipo que llegó a Oriente con reputación de amplio candidato se ganó también un lugar en este recuento indeseable. Como el trago amargo en la final con Brasil en la Copa América de Perú 2004, o la situación análoga en Venezuela 2007. Espinas inevitables del deporte, que también les dan sentido a los grandes festejos.
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