Un Roland Garros para la historia. Fervor criollo: París vivió un domingo en celeste y blanco
La final tuvo un ambiente al que no le faltó ninguna emoción; el público argentino puso el color y contagió a los franceses: Gaudio y Coria se fueron ovacionados
PARIS (De un enviado especial).- Hubo calor en la piel, en los cuerpos y en las almas; hubo música de gargantas, sobresaltos, gritos, confusión... Hubo de todo hasta el estallido final que tuvo como corazón a Gastón Gaudio. El pulso de este día histórico no retaceó ninguna de las formas humanas de exteriorización de emociones. Así debía ser.
La consigna era que fuera una jornada argentina de principio a fin, y el movimiento de compatriotas se hizo sentir temprano en Bois de Boulogne. Algunos, con un problema: no tenían entradas. Diez euros por cabeza les permitió, al menos, acceder al predio y ver la final por pantalla gigante. Adentro hubo muchos con más suerte; se advertía en la multipresencia de banderas argentinas y de camisetas de River, Boca, Chacarita, Vélez... El estadio Philippe Chatrier se volvió definitivamente un reducto criollo cuando, apenas aparecieron los protagonistas, retumbó en el ambiente el Ohhh, Argentina... Es un sentimiento, no puedo parar...
Bien futbolero, el canto se recortó en la discreción francesa; para los parisienses, la final de Roland Garros es un hecho social de primera categoría. Abundancia de trajes, elegancia en la vestimenta femenina, sombreros Panamá a granel en los sectores más costosos. En mano, el ejemplar de Le Quotidien, con las fotos de los finalistas sobre la bandera celeste y blanca y un título sugestivo: "Tierra de Fuego", una asociación entre la superficie del torneo y nuestra provincia. El contraste de la tranquilidad local con el fervor argentino era evidente; después, el calor ambiental barrería las diferencias.
La rápida ventaja inicial de Coria quitó tensión e hizo volcar las preferencias francesas hacia Gaudio: para el público local es una costumbre inclinarse por quien va perdiendo. Hasta que llegó el momento del gran click, registrado con precisión a las 16.54 y cuando Coria estaba 4-3 en el tercer set. La gente comenzó a practicar la vieja y conocida ola, con una intensidad que hizo detener el partido por algunos segundos. Ya el aliento era claramente para Gaudio, que poco después disparaba el primer gran estallido al ganar el parcial.
Llegaba el tiempo de la confusión y la incredulidad. Los calambres de Coria enrarecieron el partido y lo volvieron impredecible para la gente, que no entendía qué estaba pasando. Los 30 grados de temperatura estaban en las antípodas de la sensación helada de las tribunas. Un dato lo ilustra: el pintor de retratos que tuvo el torneo ya había confeccionado el de Coria y se había ido; debió volver para pintar a Gaudio cuando el partido torció su rumbo.
Se ingresó en el terreno dramático del quinto set y la cancha era una caldera. ¡Alé, Gaudió! ¡Alé, Coriá! Toda esa locura acumulada explotó con el revés cruzado de Gaudio, la raqueta del ganador volando por el aire, la expresión incrédula por un sacudón demasiado grande para un solo corazón. Gaudio, chocando palmas con toda la primera fila, en una vuelta olímpica personalizada; Gaudio, buscando a su pequeño grupo en la tribuna -el técnico Franco Davin, el preparador físico Fernando Aguírrez y sus amigos Martín Cetrá y Jorge Brasero-, a falta de la hinchada de diez o doce llegados de Venado Tuerto que sí tuvo Coria. Gaudio, a los abrazos y besos con Guillermo Vilas y John Mc Enroe, los dos ilustres encargados de entregar los premios.
La ceremonia fue el momento perfecto para la ovación al Coria abatido y al Gaudio feliz, para emocionarse con el Himno -al Gato, totalmente flasheado, tuvieron que recordarle que se quitara el gorrito para oírlo- y la bandera argentina en lo más alto. Más tarde llegaría el agasajo en la residencia del embajador, en la exclusiva avenida Foch, y el festejo íntimo con el grupo cercano, en el restaurante L’Avenue. Qué ganas de hacer lo que fuera para que el día no se terminara, ¿no, Gastón?
Para Maradona
La gente se acordó de Diego en París y Gaudio le dedicó la victoria; Maradona vio el partido en la clínica donde está internado y sufrió y gozó como todos, a miles de kilómetros de distancia
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