Carreras | Protagonistas. Falero prepara más festejos
El jockey uruguayo, radicado en nuestro país en 1991, es el más ganador en los hipódromos argentinos desde hace una década; la intimidad del hombre que superó los 5000 triunfos corriendo en cuatro países
La mañana parece casi primaveral en San Isidro. Un cielo celeste por donde se lo mire es el marco que acompaña el paso constante de los caballos por las pistas de entrenamiento del hipódromo desde la madrugada hasta casi el mediodía. La actividad es intensa, pero siquiera cuando finaliza parece desentenderse Pablo Falero, que camina por la playa de estacionamiento limítrofe con la cancha de césped, guarda la fusta y el casco en su auto y atiende el celular en repetidas ocasiones. De paso, advierte a un empleado de Palermo de su preferencia por una yegua "que tiene menos chances, pero es de gente humilde" en una carrera donde tiene dos opciones para montar.
"¿Viste como estoy en todo, no?", pregunta, sonriendo, el uruguayo, de 39 años y con más de 5000 triunfos oficiales en casi veinticinco años en la profesión. Radicado en la Argentina desde 1991, Falero dejó una huella en la hípica de su país y cada victoria de este lado del Río de la Plata se festeja allá como si la obtuviera en Maroñas, el hipódromo de Montevideo donde Pablo se adjudicó la estadística los cinco años que corrió. También sumó victorias en Chile y Brasil.
En Uruguay lo idolatran, pero lo disfrutan sólo un puñado de veces en la temporada, cuando va a correr las grandes carreras. "La actividad me absorbe mucho tiempo y lo que me queda se lo dedico a la casa y a la familia. Tengo poca diversión", se sincera el jinete, que desde 2002 supera cada año los 400 éxitos.
Poco afecto a la televisión ("seguiría alguna comedia si pudiera", dice), en estos días le presta más atención por la llegada del Mundial y no se lamenta que Uruguay no participe. "Me gusta el buen fútbol", aclara, y enseguida analiza: "No sufrí con las eliminatorias porque no tiene sentido lucharla tanto para después no tener posibilidades. Hay muy buenos jugadores uruguayos, pero el seleccionado no funciona".
Lejos de hacerse fama y echarse a dormir, Falero da el ejemplo cada mañana; es de los jinetes que más caballos montan. "Casi no voy al cine ni al teatro. A veces, cuando no hay carreras, vamos a las tragamonedas con mi mujer y nos divertimos un rato", menciona quien corre entre cuatro y cinco veces por semana. Las tareas del hogar también son su fuerte. "Me gusta cocinar. Con la parrilla o con la cacerola. El matambre a la leche es algo que me lleva mucho tiempo prepararlo, pero sale una manteca", confiesa quien recibió una plaqueta en Palermo por haber superado los 5000 éxitos.
Tantas victorias y premios no alteran su vida. "En el supermercado me conocen y saludan, pero nadie me hace sentir incómodo. Si fuera así, no volvería", señala, y enseguida comparte una anécdota: "El carnicero sueña con ser jockey, pero nunca me había dicho nada. Me enteré por unos conocidos que quería saber qué trámite tenía que hacer para entrar a la Escuela de Aprendices y se lo conseguí".
Casado con Patricia Yanet y padre de Vanesa (22), Paula (16) y Pablo (11), Falero ni soñaba ser jockey en su niñez, pero su padre aceptó el puesto de encargado de un stud dentro del hipódromo de Colonia y la historia cambió. "Empecé a montar pura sangres; un día debuté, otro gané... No tuve un maestro, lo que sé lo aprendí mirando", repasa quien tuvo su primera hija cuando era menor de edad y ya es abuelo. "Fuimos papás muy jóvenes y nos faltó diversión, pero la vida nos premió por otro lado con lo que vivimos luego", afirma. Hace tres años nació Alejo, su nieto, y sobre la relación sostiene: "Su padre se alejó y creo que me toma a mí como tal. Trato de educarlo y es al que menos maneja de todos."
Se convirtió en un exitoso con mucho sacrificio y recibió el apoyo de la familia siempre. El mejor ejemplo fue en 1998, cuando por una lesión en las cervicales estuvo nueve meses sin correr. "Mi señora no se opuso a que volviera a montar y me dijo que me iba a acompañar más que antes", subraya. La vuelta fue en San Isidro, venció en un clásico y desde entonces disfruta más los éxitos. "Me divierto ganando o perdiendo. Soy de valorar cuando gano una linda carrera y si el cuidador me la hace perder con su estrategia no me pongo mal", confiesa, y brinda más detalles de su personalidad: "Si tengo problemas trato de que se note lo menos posible. La bronca va por dentro".
Con la experiencia de tantos años en competencia, Falero podría escribir un libro de consejos y uno de los que lo compraría sería su hijo. "Está enganchado con ser jockey y sé que nota el sacrificio que hay que hacer. Tendrá mi apoyo en lo que quiera seguir", asegura, e indica entre lo más importante de la profesión lo relacionado con el peso: "Aprendí a trotar, a respirar mejor. Lamento no haber aprendido antes, ya que hoy puedo comer bien y estar estabilizado en 54 kilos. Me siento más fuerte que a los 20 años. Si estás bien físicamente te sale todo mejor; no dar los kilos es lo que más me pone de mal humor. Me provoca más stress que correr el gran premio más importante del mundo".
Otra de sus enseñanzas tiene que ver con la vida y su aplicación en el turf. "No elijo siempre al mejor caballo para correr. A veces hay que otorgarle prioridad al cuidador que en el año te da más montas, aunque sepas que el caballo que te ofrece tiene menos chances que otro que te quieren dar en la misma carrera. También influye el respeto hacia uno, pero sólo en unos pocos casos se viven malos momentos en esta actividad", explica.
Hay triunfos que tienen más valor que otros y Pablo lo sabe. Para imponerse en las pistas también se necesita ser triunfador al margen de ellas.
73 triunfos separan a Falero del récord que tiene en sus manos Jorge Valdivieso, el más ganador de la historia en las pistas argentinas; Valdi lleva 4508 éxitos y Pablo acumula 4435.
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