Guillermo Sena: un decano que no afloja
Tenía la transpiración aún en la frente Guillermo Sena, después de ganar con Ciclónico por el hocico la sexta carrera del viernes último en San Isidro. La sonrisa era plena, de satisfacción.
A los 43 años, en forma para seguir empuñando la fusta en el más alto nivel, tomó con serenidad, casi como si fuera lógico, el hecho de superar a Pedro Robles, que es algo más que una de las jóvenes promesas de nuestro turf.
"Todavía tengo fuerza en el brazo, ¿eh?", le dijo, cómplice, al cronista, sin saber aún que iba a ser el protagonista de una entrevista desde mucho antes de esa emocionante victoria, que le valió el aplauso del público del Paddock.
Con casi 27 años de profesión, el jinete nacido en Daireaux, provincia de Buenos Aires, es uno de los decanos en San Isidro y Palermo. "Debuté en 1975. Soy de la misma camada de Valdivieso en la Escuela de Aprendices; él empezó a correr un par de meses antes", cuenta para refrescar la memoria, y agrega: "Nunca fui un gran ganador, pero me ha ido bien y estoy agradecido. Esta profesión tiene muchos riesgos".
La reflexión debe surgir porque, pese a algunos golpes, en un momento se le cruzó El Sembrador . "Ese caballo me dio la más grande satisfacción en el Gran Premio Brasil". Aquel fin de semana lluvioso de agosto del 95, en Río de Janeiro, el hijo de Octante le ganaba a Talloires, un caballo que venía de Estados Unidos, preparado por Richard Mandella. Guillermo pudo más que Kent Desormeaux (y que la torcida, que estaba en contra) por ventaja mínima. El desenlace fue inolvidable. El éxito valió un millón de dólares.
También menciona a Cheerful (ganó el Nacional), Preflorada, Repartija, Quitur Ju y Royal Martial entre los mejores que montó.
Hoy, Sena, ganador de 63 carreras el año último, opina que no lo tienen muy en cuenta: "Tengo pocas montas. Tal vez los propietarios y los cuidadores creen que estoy viejo, pero el día que no pueda no voy a hacer papelones".
El viernes dio otra muestra de su vigencia, luego de otra batalla ganada a la balanza: "Los días de carreras tengo que salir a trotar bien arropado y bajo dos kilos y medio", cuenta en otra de sus tardes a las que tuvo que llegar sin el almuerzo.
Con su familia siempre cerca, luchando como él, Guillermo no afloja. Tiene dos hijos que ya rondan la adolescencia, pero el dato del almanaque es el que menos se le nota cuando está en la pista.