Sigue la violencia. Un árbitro víctima de la barbarie
"Seguiré dirigiendo, porque ser árbitro es una pasión. Sabemos a lo que uno está expuesto, son las reglas de juego. Pero en este momento nadie me quita el profundo dolor que tengo en el alma", sentenció el árbitro santafecino Sergio Auela, tras la grave agresión que sufrió el sábado último, en el partido del torneo Argentino B entre Barracas, de Colón, y Unión, de Crespo (Entre Ríos).
El match, disputado en la localidad bonaerense de Colón, fue suspendido a los 43 minutos de la primera etapa, tras las patadas y golpes de puño hacia el juez de los jugadores y el cuerpo técnico del conjunto local.
Todo comenzó cuando Auela, de 35 años, sancionó un penal para Unión de Crespo y expulsó a Catrubece, defensor de Barracas. Segundos después, Houlin, también de los locales, lo amenazó y Auela no dudó en expulsarlo. Allí comenzó la gresca.
El técnico Alberto Cánepa le pegó una patada y el árbitro quedó tendido en el piso. Mientras los jugadores de Unión esperaban a varios metros del incidente, los futbolistas locales lo agredieron con golpes de puño y patadas, que derivaron en varios hematomas (uno de ellos en el ojo) y un corte en la nariz.
Cuando el juez se dirigía, con mucha dificultad, hacia los vestuarios, el ayudante de campo Araguas también le propinó un golpe de puño.
"El episodio está en manos de la Justicia, ahora sólo me queda esperar. Por un momento, sinceramente, pensé que me mataban. Jamás me había ocurrido algo igual. Pero todo esto no me va a asustar, tengo más fuerzas que nunca", admitió Auela, que se recupera en su domicilio.
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