Un autentico fenómeno
Observar la forma en que una megaestrella como Tim Duncan acaricia la cabeza de Emanuel Ginóbili para acercarle algún sano consejo es tan conmovedor como el título mismo que el argentino acaba de conseguir en el Oeste con San Antonio.
Verlo a Kevin Willis, un veterano de 41 años, saltar del banco de suplentes para festejar una acrobática penetración del bahiense, también es sorprendente. Escuchar a Danny Ferry decir que él se anima a pedirle al técnico, Gregg Popovich, que ponga a Manu en la cancha "porque disfruto de su juego", es un halago comparable con cualquier gran triunfo. Mirar cómo el Almirante David Robinson, uno de los 50 mejores jugadores de la historia, se apura por saludarlo y darle aliento en cada tiro libre, también parece una imagen surgida de un cuento de hadas.
Advertir la inesperada cantidad de camisetas blancas, o negras, con el número 20 que los hinchas de los Spurs lucen en las plateas del SBC Center, parece un sueño. Porque por más que se reconozca a Ginóbili como un tipo simpático, noble y excelente profesional, caer en un grupo nuevo de manera tan perfecta y provocar tantos elogios y buenos tratos, no es común. En todo caso, es una excepción.
No se puede creer que Manu se haya hecho respetar y querer tanto como jugador y persona en menos de un año.
No es fácil adaptarse al idioma técnico del basquetbol que usan los entrenadores norteamericanos, a las costumbres de la competencia, a los viajes constantes, a las comidas, en fin, a tantas cosas nuevas. Manu lo superó todo con asombrosa facilidad, simplemente sacrificándose por ser cada día un basquetbolista más importante dentro del grupo. Sin forzar situaciones; simplemente esperando aprovechar las que se le brinden. "Me muero de rabia cuando no recibo la pelota y tengo que quedarme parado en un rincón, pero es mi función dentro del equipo y tengo que respetarlo", dijo Manu.
Por eso, con o sin el título de la NBA, lo de Ginóbili ya es un triunfo fantástico, digno de los mejores elogios y que muy pocos consiguieron.
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