En la mira. Un campeón legítimo y sin misterios
Por Enrique Macaya Márquez
Sigue el Apertura aunque ya esté terminado. La consagración de Boca estaba anunciada, por su potencial y por la producción de sus rivales. Y ya entramos en la etapa del análisis del equipo campeón e invicto sobre el que se instaló un apéndice polémico que apunta a su categoría y a la calidad de sus adversarios. El punto tiene que ver con lo indiscutible de sus méritos y la belleza de los recursos utilizados.
Es muy difícil, casi imposible, establecer una pauta que pueda determinar lo que debe entenderse por belleza futbolística. Hay algunos gestos que siempre vivieron junto con los argentinos y que partiendo desde la destreza llegaron a la creatividad espontánea. En cualquier parte del mundo se sabe admirar lo que esté emparentado con el dominio de la pelota y el hecho imprevisto que sirva para conseguir resultados. Y de eso se trata: de conseguir resultados, en un juego que premia con puntaje lo que se consigue con diferencia de goles y que no se limita a reconocer las excelencias estéticas, si no vienen acompañadas de una ventaja en el marcador.
El fenómeno de este Boca es el de la regularidad que lo vincula con un rendimiento histórico. Con homogeneidad, con líneas seguras y con pocas vacilaciones. Decirle al aficionado que este equipo no gusta es menospreciar su ilusión. En realidad, por la característica colectiva que lo distingue, Boca está mucho más cerca de la inteligente economía del esfuerzo que termina siendo contundente, que emparentado estrechamente con la acción futbolística lujosa. Es un campeón apoyado en un proceso sobrio y efectivo antes que en la utilización artística del balón. Sabe abastecer el apetito de su gente y no motiva al espectador neutral. Es metódico en sus gastos e inversiones, arriesga poco y no malgasta el dinero.
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Boca se afirmó en las apariciones de Córdoba. En una línea de fondo de marca tradicional. Renovando el crédito a una medida subida de los laterales Ibarra y Arruabarrena y reteniendo siempre a Bermúdez y Samuel. Con Serna en el papel de mastín vigilante delante de esa línea de cuatro, encontrando finalmente a Basualdo y Cagna con el oficio que les permite regular el trámite en sus idas y venidas. Así se lo liberó a Riquelme para jugar en apoyo de Barros Schelotto y de Palermo. Un esquema sin misterios y el que nadie pudo quebrar.
El secreto consiste en hacer simple lo difícil. La superioridad del campeón fue tan contrastante con el resto que despierta una reflexión sobre la calidad del torneo. Boca ganó por sus propios méritos. Tan claro como el empequeñecido trabajo de sus rivales.Y así como lo de Boca no admite discusión, tampoco lo admite el fracaso y el abandono del torneo por parte de sus competidores. De aquellos que habían sido señalados como candidatos y que se fueron quedando en el camino por su ineficiencia.
Hay que separar las dos verdades sin que una tenga que ver con la otra. Boca es un campeón legítimo. El campeonato fue mediocre tal cual lo expresan los rendimientos de los equipos más importantes y la ventaja que Boca pudo sacarle a cada uno de ellos. Hoy ya todo es pasado. Como estaba anunciado, Boca fue campeón. Como imaginamos, el torneo se llenó de ausencias.
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