Los octavos de final | El nuevo desafío. Un equipo con un perfil definido
El seleccionado supo hasta el momento encubrir sus defectos y potenciar al máximo sus virtudes, con un fuerte espíritu colectivo
LEIPZIG.- El poeta austro-germánico Rainer Rilke dijo alguna vez que "el acontecimiento siempre lleva la delantera sobre la opinión". Una frase hecha a la medida del fútbol, en el que los hechos concretos merecen explicaciones que no siempre empalman con lo que habían sido los augurios.
El seleccionado argentino está en los octavos de final del Mundial sin los apuros que podrían haberse pronosticado a partir de los riesgos que suponían los tres rivales de la Zona C. Sí paso por dificultades ante Costa de Marfil, en un debut que sacó adelante con una dosis de contundencia, otra de azar y una última de oficio, visible por la candidez y blandura africana en las dos áreas. Después tomó vuelo con la histórica goleada a Serbia y Montenegro y aplicó la velocidad crucero para llegar a buen puerto frente a Holanda.
Siempre respetado y bien considerado por su potencial, el seleccionado aumentó sus acciones y reforzó su condición de favorito en la opinión internacional.
Más allá de cómo pueda ser vista por los demás, lo importante es que la Argentina empieza a ser consciente de sus posibilidades, comprobó la validez de sus recursos.
Sabe que está en condiciones de jugar mejor que el rival de turno, de superarlo en el desarrollo y de vencerlo. Se trata de un paso más que importante para aspirar a las grandes metas.
Por una cuestión de actitud y personalidad que hacen a la historia de nuestro fútbol, el seleccionado nunca se siente inferior a nadie. Lo interesante es que ahora puede acompañar ese intangible con una propuesta de juego que parece asimilada por sus intérpretes.
Uno de los axiomas del fútbol indica que no hay ningún planteo bueno en sí mismo si no existen jugadores convencidos de su utilidad y de la manera de llevarlo a la práctica. Este plantel de Pekerman transmite una convicción en una idea de juego. Es paciente, no asume riesgos que puedan comprometer su estabilidad defensiva, se siente dominante con la pelota en su poder y en ataque cuenta con diversas variantes y la pimienta necesaria para hacerle daño al rival.
En síntesis, la Argentina empieza a funcionar como equipo. No es una máquina ni presume de imbatible como acostumbra a hacerlo Brasil, pero hasta aquí supo encubrir sus defectos y potenciar sus virtudes. Motivos suficientes como para que la ilusión tenga una causa justificada. Desde antes de que comenzara el Mundial, el plantel siempre intentó mostrarse desde su interior como un bloque solidario, compacto, en el que el bien común y el interés general están por encima de los egoísmos. Se trata de un plantel renovado y había que enviar un mensaje a la sociedad futbolística.
Ese espíritu colectivo está teniendo un reflejo en la cancha, con el liderazgo futbolístico de Riquelme más licuado, sin una dependencia tan manifiesta del volante de Villarreal.
Esto tiene una ventaja: el equipo aprendió a desarrollar vías alternativas en la elaboración del juego y situaciones de gol. Y también una desventaja: Riquelme no está acostumbrado a integrar un equipo en el que no se sienta el dueño del juego; ser un futbolista complementario no va en su naturaleza (recordar su experiencia en Barcelona).
Es cierto, siempre tendrá el apoyo y la comprensión de José Pekerman, su principal valedor, pero el equipo supo crecer sin alimentarse exclusivamente de Riquelme. De la inteligencia del N° 10 dependerá que sepa ocupar el lugar de músico acompañante cuando no lo haga como director de orquesta.
Movimientos coordinados
La capacidad de juego y control de la pelota, virtudes reflejadas en los ochos goles convertidos por el equipo en el Mundial: en todos definió dentro del área adversaria. Con toques y combinaciones, el seleccionado es capaz de abrir a las defensas.
La experiencia en el fondo
La solvencia defensiva, aspecto que despertaba no pocas preocupaciones antes del Mundial. Abbondanzieri nunca tuvo necesidad de jugarse un mano a mano con un rival. Ayala dirige con su seguridad y prestancia internacional
El mejor nivel de Saviola
El nivel de Saviola, rápido, participativo, punzante. Su inclusión es un mérito de Pekerman, que supo valorar la actualidad del ex River por encima de Tevez y Messi, dos delanteros que parecían ponerse solos y cuentan con el apoyo popular.
La falta de un lateral derecho
La Argentina resigna buena salida y proyección desde la derecha al incluir un zaguero central como lateral. Primero fue con Burdisso y la situación no cambia mucho con Coloccini. Tampoco tiene una marcación prolija.
El repliegue táctico
La tendencia a replegarse excesivamente. Ocurrió en algunos pasajes ante Costa de Marfil y Holanda. La Argentina no es un equipo que salga a presionar muy arriba; prefiere anular al rival en su campo. A veces sus líneas quedan apretadas cerca de su área.
La sucesión de lesionados
Dos lesionados de importancia en tres partidos es un promedio preocupante. Aún no se sabe cuándo el seleccionado volverá a contar con González y Burdisso. Es un condicionante de peso cuando aumentan las exigencias y el desgaste.
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