Opinión. Un final que dejó un nudo en la garganta
Matías Martin Para LA NACION
HAMBURGO.-Era fundamental ganar el primer partido y se ganó. Sufrí más que en el parto de mi hija, pero la Argentina se llevó los 3 primeros puntos. El comienzo fue con nervios, con el peso de quien tiene mucho por perder ante un rival que jugaba mejor y, sobre todo, con más soltura. El gol de Crespo trajo alivio cuando Costa de Marfil estaba más cerca y ahí la Argentina se animó. Riquelme, opaco en general, pidió más la pelota e hizo su aporte más brillante: la bola mágica para Saviola que, entrando como centroatacante (¿se acuerdan?), definió con apabullante simplicidad. Ciento por ciento Saviola.
Pocas llegadas, poca gambeta y contundente dos a cero. Nos mirábamos en el palco de prensa con sensación de ¡ahora sí! Sin embargo, el segundo tiempo mostró las dos caras de la selección. El equipo de Pekerman se adueñó del partido en los primeros veinte minutos, exhibiendo su mejor fútbol y a un Saviola agrandado, para ir diluyéndose hacia el final en una pendiente que dejó un nudo en la garganta. O dos.
Línea por línea cabe decir que Abbondanzieri aprobó el examen tapando pelotas difíciles. La defensa, tan cuestionada últimamente, anduvo bien y tuvo a la figura del equipo: Ayala. Sólido de arriba y veloz por abajo. Tuvo aciertos propios (¿hizo un gol o me pareció a mí?), corrigió errores ajenos y se complementó bien con Heinze, quien despejó dudas sobre su estado físico. Burdisso no estuvo mal. Ganó y perdió con Boká y Akalé, que descontrolaban su sector y Sorin apareció relativamente en ataque y no fue exigido en defensa.
El mediocampo fue lo más flojo del equipo. Mascherano y Cambiasso sufrieron desacoples permanentes. El de Corinthians estuvo desconocido. Perdió varias veces en el mano a mano, regaló pelotas sencillas y se refugió diez metros más atrás. El de Inter salió a cubrir sólo delante del círculo central quedando desprotegido y aislado. Quitó poco y no tuvo la precisión habitual. Maxi Rodríguez corrió mucho y casi no aportó. Ni llegó demasiado al área contraria, ni cortó juego en el medio. Ni.
Riquelme es siempre un capítulo aparte. Víctima del "tómalo o déjalo" al que nos obliga su fútbol, confieso ser de los que lo defienden. Aun así le pegué una piña al pupitre cuando pudiendo encarar retrocedió y me fastidié cuando se fue del partido. Paciencia.
La apuesta más jugada fue la delantera y Pekerman acertó. Es justo decirlo. Crespo obligó y Saviola fue de menor a mayor con una ráfaga de atrevimiento en el arranque del segundo. Los dos la metieron. Una pena Palacio, lo buscaron poco y, encima, jugó en patines.
La autoridad del DT quedó fuera de discusión. Su valentía para hacer los cambios (que no entendí) ya fue reconocida. Pero nos dejó con ganas de ver a Lionel Messi. ¿O no era ideal el dos a cero con espacios para su juego?
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