De viaje. Vagones, baños y ataúdes
BERLIN.- Si uno viaja al exterior, lo quiera o no, apenas pisa tierra extranjera se pondrá en estado de alerta para captar diferencias en costumbres y particularidades del lugar que visita. Hace cuatro años, en Oriente, las distancias culturales y de hábitos eran demasiado fuertes: todo era casi un mundo nuevo. En estas cuestiones Alemania no es para nosotros un universo tan lejano como aquel, pero aquí también se ven cosas que despiertan mayor o menor curiosidad.
Si usted llega a una parada de taxis y se le ocurre tomar el segundo o el tercero de la fila por el motivo que fuere, los que están adelante no van a protestar, ni el chofer que usted eligió lo va a derivar forzosamente a alguno de ellos. Prosiguiendo con los transportes públicos: usted puede llevar a su perro a que lo acompañe en el tren o en el subte. Está permitido y es muy común ver a los canes viajando sobre rieles. Para finalizar con la vida en los vagones: es muy difícil que, una vez allí, un recorrido con la mirada no encuentre varios pasajeros leyendo un libro, lo cual comprueba el dato: este país es el más apegado de Europa a ese hábito.
En Alemania, las puertas siempre se abren hacia afuera; pasan unos cuantos días antes de que uno automatice el movimiento. Si usted va por la calle y siente deseos de ir al baño, puede entrar en un restaurante que no lo van a mirar mal, salvo que a la salida no pague los 50 centavos de euro que seguramente le cobrarán. Sigamos con los locales gastronómicos: en muchos de ellos, el contenido de los platos (especialmente cuando se trata de carne) está indicado en la carta por su peso; si es pizza, aparecerá su diámetro. Mire al cielo a cualquier hora del día y podemos apostar que verá más de un avión a chorro cruzándose en todas las direcciones.
Para terminar, lo más sorprendente. Parece que en cuestiones que a nosotros nos resultan tabú, los alemanes no tienen prejuicios ni inhibiciones. En la avenida Frankfurter Alle, aproximadamente en el número 20 (no todas las direcciones lo tienen marcado), en medio de la antigua Berlín Este, hay una vidriera muy particular: la casa Aeterna exhibe allí a los que pasan caminando tres "magníficos" ataúdes, como si fueran trajes, tortas o zapatos, oferta adornada también con varios modelos de urnas. Un cartel que anuncia "importantes descuentos" está puesto para atraer clientela, pero uno siente inmediatas ganas de seguir viaje.