¿Y qué le hace una mancha más al Tiger?
¿Qué le hace una mancha más al tigre? El dicho rompió con todo lo previsible en el caso del, hasta hace poco, inmaculado Tiger Woods. Retiro momentáneo del deporte en el cual está destinado a quebrar todos los récords, ganancias superiores a los 1000 millones de dólares que tuvieron un repentino parate, pedido de divorcio de la mujer, marcas que le retiran el apoyo, índices de popularidad que decaen a la par de los de los políticos, imagen por el piso, burlas por Internet y hasta sospechas de doping. No hay que descartar que en cualquier momento puedan aparecer causas por supuesta evasión fiscal o madres que reclaman por paternidad. Todo es posible, hoy, en el planeta Tiger.
Cuesta recordar un caso tan terminante de un personaje top del deporte. Quizá pueda emparentarse con el derrumbe de Mike Tyson, salvando las distancias de formación, instrucción y entornos, o las sospechas por doping de Lance Armstrong. Pero son situaciones distintas. Lo de Woods arranca en un accidente de auto, que deriva en reacciones por infidelidad... y a partir de ahí la catástrofe se cierne sobre uno de los más grandes atletas de la historia.
Catástrofe que no se sabe dónde va a terminar. Quien supusiera que, tratándose de quien se trata, iba a tener privilegios, erró. Lentamente va demoliéndose una figura que daba el aspecto de ser granítica. Imaginar hoy a Tiger con el driver en el tee del 1 del torneo que fuere, con todo el cotillón exterior –flashes, cámaras de TV, sonrisas socarronas, chismes maliciosos–, pegando la salida al medio del fairway, sería por lo menos dudoso, aun siendo el mejor. Hasta los monstruos son capaces de titilar.
Paralelamente, hay un efecto que está por verse, y que los propios norteamericanos dejaron al desnudo: cómo repercutirá todo en los circuitos, en las transmisiones de TV, en los sponsors. Ya cuando el N° 1 estuvo fuera de juego por una lesión de rodilla el interés del PGA decayó notoriamente. Se esperaba ansiosamente su regreso para que las finanzas mostraran signos de reactivación. ¿Y ahora? Un interesante aspecto por develar, por ejemplo, en el primer cuatrimestre de 2010, digamos hasta Augusta, si es que Tiger sigue recluido.
Después está la otra discusión, más visceral y delicada: si fue razonable la persecución farandulesca del caso, alimentada en sitios y foros, rozando lo inescrupuloso. No se trata de juzgar acciones personales, sino de la desmesura. Seguramente en muchos dedos acusadores y socarrones habrá más de un muerto en el placard. La única diferencia es que no se trata de números 1.
ccervino@lanacion.com.ar