Ya no existen más trabas
Quizás ahora no se tenga una real magnitud de lo que representará para el rugby argentino recibir a partir de 2012, y todos los años, a potencias como Sudáfrica, Nueva Zelanda y Australia, disputando un campeonato por los puntos. De lo que puede significar alentar en vivo y en directo a todos los titulares de los Pumas como si se tratase de un Mundial, con tres fechas en casa.
De eso se trata, nada menos, la presencia del seleccionado argentino en un torneo regular por primera vez en su historia. De un acceso, al fin, a un cuadrangular de lujo que ayer quedó prácticamente cristalizado tras la decisión de la International Rugby Board (IRB) de extender la crucial regla 9 de sus normativas, que hasta aquí sólo incluía las ventanas internacionales de junio y noviembre. En Londres, el Board dispuso agregar una más: ocho semanas entre agosto y octubre, que es cuando se disputará el Cuatro Naciones, que comprende seis jornadas.
Así, los Pumas están casi con sus dos pies adentro para jugar a partir de 2012 el certamen que reúne a los tres seleccionados más poderosos de la tierra: Springboks, All Blacks y Wallabies. Esta, la de conseguir que los popes del rugby modificaran una regla inflexible a lo largo del tiempo, era el escalón más difícil de sortear. El otro, el económico, ya tenía un principio de auxilio, merced al desembolso de 10 millones de dólares que en cuatro años hará la IRB, fundamentalmente para costear las pérdidas en concepto de turismo y localidades que reclamaban Nueva Zelanda y Australia.
No hay que ser muy astuto para comprender que este escenario empezó a modificarse después del tercer puesto del seleccionado argentino en la Copa del Mundo 2007. Nada de esto estaríamos hablando si el conjunto nacional se hubiese marchado de Francia antes de las semifinales. De ahí en más, los primeros que comprendieron que había que instalar en algún lado al rugby argentino fueron los dirigentes de la IRB, que de algún modo establecieron una alianza estratégica con la UAR a partir del foro que se efectuó en Woking a fines de 2007.
La UAR, entonces, por primera vez empezó a elaborar un plan en serio para insertarse en el primer mundo profesional, porque de eso se tratan los dos grandes torneos que se juegan todos los años: el Seis Naciones y el Cuatro Naciones. Se intentó poner una pata en Europa -era la opción más sencilla-, pero lo cierto es que la Argentina está en el Sur. Y hubo que apuntar hacia allí.
Un grupo reducido de gente trabajó intensamente para armar una propuesta que convenciera a los CEO´s de la IRB, hombres más propensos a hablar de negocios que del juego. Así, se fueron salteando distintas barreras, todas signadas por la confianza que había que ganarse afuera de la cancha. Se sabe: adentro, el rugby argentino, gracias a su historia, ya demostró hace rato que tiene con qué pelear en lo más alto.
Múltiples viajes y reuniones fueron adornando una estrategia que, además, tuvo otro aspecto no tan mencionado, pero sí clave, teniendo en cuenta las permanentes idas y vueltas que suele tener la Argentina no sólo en el rugby: lo que empezó con una conducción de la UAR fue seguida por otra. No se cambió de idea a mitad de camino.
Pero ese viaje a la súper competencia internacional no termina con lo conseguido ayer. Ahora, el rugby argentino necesita ordenar filas en lo doméstico, porque el Pladar, entre otras cosas, también forma parte de ese plan estratégico, ya que no alcanzarán sólo los jugadores que están en los clubes de Europa para enfrentar a los tres monstruos del Sur. Pero bueno, ese es un debate -fundamental, por cierto- que se deberá seguir dando. Hoy, vale festejar lo que se logró.
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