Charlas con el Maestro. Ya palpitamos el US Open
Cada vez que se aproxima un Grand Slam se abre un abanico de ilusiones, tanto para los grandes campeones como para quienes buscan dar el salto consagratorio en sus carreras. En este último grupo están Eduardo Romero y Angel Cabrera, los representantes argentinos en el US Open, que comenzará pasado mañana en Southampton, Nueva York. Romero compartirá el grupo con el norteamericano Kristropher Cox y el sueco Daniel Chopra, mientras que Cabrera lo hará con los locales Billy Mayfair y J. L. Lewis.
-¿En qué escala coloca este torneo de Grand Slam, que es el segundo de la temporada, en comparación con los otros?
-Para mí, obtener el US Open es la consagración máxima, incluso por encima del Abierto Británico o del Masters de Augusta. El ganador puede quedarse panza arriba durante un tiempo porque consigue un prestigio inigualable. En ese certamen está todo: el dinero, los jugadores, el show; bien al estilo de los Estados Unidos, que es el epicentro del golf en el mundo. Realmente, los 150 jugadores tienen hambre por quedarse con este trofeo.
-¿Cómo se llevó usted con el US Open?
-No lo jugué muchas veces porque era muy difícil clasificarse. Por aquel entonces, en las décadas del 50 y el 60, había que conseguir el derecho con la actuación en distintos estados. Después, se confeccionaba un grupo final y de ahí aparecían los clasificados. Al tener que trasladarse a distintos estados, se hacía difícil continuar en la clasificación. Ahora, no es que haya una clasificación más generosa, si no que es más cómoda, ya que se toma en cuenta la actuación de los jugadores en el año y de ahí surgen los clasificados.
-¿Y qué recuerdos tiene?
-En 1957, año en que ganó Dick Mayer, estuve cerca de triunfar, pero mi score se estropeó con unos últimos nueve hoyos muy malos. Resulta que mi compañero de salida, John Patton, que en aquel momento era aficionado, había dejado un pique bastante profundo justo en mi línea de juego en el green. Y por aquella época existía una reglamentación por la cual no se podían tocar los piques en ese sector. Así que, para ese tiro de tres metros, tuve que desechar el putter y le pegué con un hierro 9 para elevar la pelota. Pero me pasé de largo y terminé haciendo tres golpes sobre el green. Ahí perdí la posibilidad de ganar el certamen.
-Jim Furyk, el defensor del título, reaparecerá en este torneo luego de seis meses de ausencia por una lesión en una muñeca. ¿Cómo puede llegar a rendir frente a esta circunstancia tan especial?
-En el golf se hace complicado barajar candidatos, y más en el caso de Furyk. Además, hay que ver cómo están los greens, los búnkers y como actúa el factor climático. Ya que se decidió a participar después de medio año, Furyk tiene la responsabilidad enorme de jugar bien, pero esto no implica que pueda ganar. Creo que si finaliza entre los diez primeros será una forma de defender el título de manera muy elogiosa. Y si llega a ganar, para él será como tocar el cielo con las manos.
-¿Cómo los ve para el US Open a Romero y Cabrera, que el último sábado protagonizaron una definición apasionante en el 38° Abierto del Norte?
-Para ellos también será como tocar el cielo si ganan el Grand Slam. Tienen el respaldo y la expectativa de los amantes del golf de nuestro país para que uno de los dos alcance la gloria. Creo que los dos llegan con el suficiente nivel de juego para concretar algo importante en Southampton.
-¿Qué le dejó el desenlace en Tucumán?
-Me imaginaba que Cabrera podía descontarle los cuatro golpes al Gato en la última vuelta. Fue como un Coria-Gaudio, para beneplácito de esos 1500 tucumanos que vibraron con una resolución fantástica. Hacen falta más torneos de esta envergadura para darle aún más impulso a la actividad local.
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