A quiénes se considera pobres o indigentes hoy en la Argentina y cómo se construyen los índices de la realidad social
El valor de las canastas de consumo usadas para medir la realidad social se multiplicó por 10 en seis años, con un ritmo de suba que se aceleró fuertemente en los meses recientes; qué productos se consideran y cómo se elaboran los indicadores
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Entre el billete en el que se ve el rostro de Evita o la cabeza de la taruca –un ciervo que habita en el noroeste del país– y el que lleva impresa la imagen de un hornero –el ave nacional–, hay un cero a la derecha de diferencia. En una Argentina que está lejos de solucionar su problema de alta inflación, se puede comprar hoy con el segundo de los papeles lo que podía adquirirse con el primero hace seis años, si la comparación se refiere a los productos más básicos; concretamente, a los considerados para establecer, sobre la base de sus precios, los umbrales de la indigencia y de la pobreza. Expresado de forma más simple: para comprar lo que se compraba en 2016 con $100, hoy son necesarios $1000.
De hecho, entre septiembre de 2016 y ese mes de este año, los valores monetarios de las llamadas canasta básica alimentaria (CBA) y canasta básica total (CBT) calculados para del Gran Buenos Aires (Ciudad de Buenos Aires y conurbano) se multiplicaron por 10,73 y por 10,15, respectivamente. Según el Indec, el mes pasado el valor del conjunto de alimentos y bebidas que definen la línea de indigencia llegó a $18.359,84, mientras que la canasta que se usa para medir la pobreza tuvo un precio de $41.493,24, en ambos casos para un varón de entre 30 y 60 años. Con respecto a agosto, el incremento fue en ambos casos de 7,1%, en tanto que la suba en los primeros nueve meses del año trepó a 72,1% y de 68,4% en cada caso, y el aumento interanual fue de 89% y de 81,8%. Esos porcentajes, como puede observarse en el gráfico que acompaña esta nota, mostraron una fuerte aceleración en los últimos meses.
¿Qué significan esos indicadores y cuándo se considera pobre o indigente a una persona hoy, en la Argentina? Los criterios para la estimación de los indicadores de la realidad social fueron reajustados en 2016, el año en que, en rigor, se reanudó la medición de la pobreza. Fue luego de que la manipulación de los datos de precios durante la intervención política del Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec), en la gestión presidencial de Cristina Kirchner, había llevado, primero, a la difusión de datos totalmente irreales y, luego, a que ya ni se calcularan los índices sociales.
Según los datos más actuales publicados por el Indec, en el primer semestre de este año el 36,5% de los habitantes de los centros urbanos de la Argentina era pobre, en tanto que el 8,8% era indigente. ¿Cómo se llega a esos porcentajes? La construcción de los índices implica hacer un cruce de información surgida de dos insumos estadísticos: el Índice de Precios al Consumidor (IPC) y los resultados de la Encuesta Permanente de Hogares (EPH).
De los precios, los que interesan en este caso son los de los productos incluidos en la canasta básica alimentaria. Son los que se enumeran en la pieza gráfica que acompaña este texto. Los alimentos y sus cantidades se definieron en su momento tomando como parámetros los requerimientos “kilocalóricos y proteicos imprescindibles” para un varón adulto de entre 30 y 60 años con “actividad moderada”, y también las costumbres de consumo de la población (esto último surge de una encuesta específica). El conjunto de esos alimentos aporta 2750 calorías diarias. Antes del cambio de 2016 la canasta sumaba 2700 calorías y tenía menor variedad de productos. Por lo tanto, se elevó la vara de la medición, con una suba, por ejemplo, de las cantidades de frutas, hortalizas y carnes.
El valor de la canasta –que se estima mes a mes y que tiene reajustes según la región para la cual se haga el cálculo de los índices sociales–, se cruza con los resultados de la EPH referidos a los ingresos de cada hogar. Y, entonces, son considerados indigentes los integrantes de los hogares (y también los propios hogares) en los cuales el dinero no alcanza para comprar esos alimentos.
Cuando se mira un grupo familiar, en rigor no se asigna por cada miembro el valor de la canasta mencionado unos párrafos más arriba, sino que el número se ajusta según el sexo y la edad de cada uno. Para que cumpla con un rol de referencia, al precio de la canasta del adulto varón se le asigna un valor igual a 1. Luego, en función de los requerimientos calóricos de cada integrante del hogar, se calculan los montos de sus canastas en particular.
Por ejemplo, para los menores de un año el valor equivale al 35% de la denominada “unidad de adulto equivalente”, ya que se definió que esos niños pequeños necesitan 952 calorías diarias. Los varones de 17 años, en cambio, requieren más calorías que los de 30 a 60 años y, por eso, para ellos la cifra de referencia se multiplica por 1,04. Otro ejemplo: para una mujer de entre 30 y 45 años, el valor del “adulto equivalente” se multiplica por 0,77 (su necesidad es del 77% con respecto a la del varón), en tanto que, si la edad es de 61 a 75 años, el multiplicador es 0,67 (mujeres) o 0,83 (varones).
El ejemplo sobre el que más frecuentemente se informa es el de un hogar integrado por cuatro personas: un varón de 35 años, una mujer de 31 años, un niño de 6 años y una niña de 8 años. Según los datos a septiembre, el valor de la canasta es, para el varón y según lo ya expresado, de $18.359,84; para la mujer, de $14.137,08 (el multiplicador es 0,77); para el hijo, de $11.750,30 (0,64), y para la hija, de $12.484,69 (0,68). Entonces, para que ese hogar no sea considerado indigente, el ingreso necesario fue el mes pasado de, por lo menos, $56.731,91.
Una de las fuentes de información para la construcción de los indicadores sociales es la Encuesta Nacional de Gastos de los Hogares. De la observación de los resultados de ese relevamiento surgen los datos que describen qué porcentajes de las erogaciones de los hogares se destina a la alimentación y a otros rubros, como transporte, vivienda, indumentaria, salud o educación.
Para calcular qué parte de la población está por debajo de la línea de la pobreza también se adopta el criterio de observar el ingreso de los hogares, para comparar el dato con el valor de un conjunto de bienes que es más amplio que el de la canasta básica alimentaria. Para definir qué precio tiene la denominada canasta básica total, el valor de la alimentaria se multiplica por un coeficiente; se trata de un número que se define considerando los hábitos de consumo y que se va reajustando según el cambio en el precio relativo de los alimentos respecto del resto de los bienes y servicios.
Para septiembre, el valor de la canasta de pobreza surgió de multiplicar el de la canasta de indigencia por 2,26. Por eso, el número para el “adulto equivalente” fue de $41.493,24, Y, para que la familia del ejemplo citado no sea considerada pobre, su ingreso debió ser de al menos $128.214,11; los valores por cada integrante fueron de $31.949,79 (la mujer), $26.555,67 (el hijo) y $28.215,41 (la hija).
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