Estrategias para una nueva cotidianidad
Ya contamos más de una semana de un tiempo distinto. Una vida puertas adentro, de la que estamos aprendiendo muchas cosas encorsetados por la incomodidad del aislamiento. Sabemos que las rutinas son el andamio que sostiene nuestro bienestar, pero sostenerlas es un desafío diario. Entre las cuestiones que más dificultades encontramos aparece el poder hacer foco y evitar las distracciones que hay en casa, el balance atención de los hijos y trabajo, no poder cortar y trabajar demasiado y tener que seguir adelante en un espacio inadecuado para las tareas laborales. Y, especialmente, la ansiedad que nos genera la incertidumbre.
Las rutinas son el andamio que nuestro bienestar psicológico necesita. Pero cumplirlas no tiene que ser una exigencia más a las tantas que estamos tratando de reconfigurar, sino que hay que intentar "una nueva normalidad" sin el mandato de la perfección, porque esto solo agrega más ansiedad y puede generar irritabilidad con los que nos toque convivir en el tiempo de cuarentena.
"Es una situación que conmueve todo, se genera una desconexión a una masa psíquica que nos dan los horarios del mundo exterior que funcionan como mallas o estructuras simbólicas. Cuando esa contención mental para todo lo que hacemos y para todo lo que ocurre en nuestra cabeza no está, nos desarticulamos y nos desorientamos", explica Jorge Catelli, psicoanalista y profesor adjunto a cargo de la cátedra Psicología de la Educación de la UBA y miembro de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA).
Pero sostener o recrear rutinas, aunque sean básicas, posibles y chiquitas, es una tarea muy importante. "No hace falta que la familia se levante a las seis de la mañana como para ir al colegio, pero sí en un horario acordado, tener nuevas mallas de regulación horaria que vayan marcando los momentos del día. Esto es lo primero que calma la ansiedad. El segundo, es el de sostener los vínculos a través de las vías posibles. Esto tiene que agendarse y cumplirse con el mismo compromiso con el que se sostienen las reuniones de trabajo, el sostenimiento del lazo social es un anticuerpo natural al contagio de la ansiedad, que también es contagiosa", describe Catelli.
Según el especialista, estos encuentros (telefónicos, por video, redes sociales) deben promoverse más allá de tener ganas o no, luego de generarlos, se experimenta un bienestar que ordena al individuo y al día física y psíquicamente.
Por otra parte, vamos a tener que hacer consciente una nueva geografía mental. "Aunque vivamos en un pequeño departamento delimitar qué lugares, qué objetos y en qué momentos vamos a habitarlos o usarlos, por ejemplo, ese pedazo de la mesa para poder hacer la tarea, ese cargador para que tal pueda cargar su dispositivo, qué lugar será para mirar TV, qué horario un padre o madre podrá hacer foco en su trabajo. Hay que evitar la irritabilidad y los acuerdos contribuyen a eso. Se pueda trabajar en esta nueva cotidianidad, que es ir apropiándonos de este nuevo tiempo".
Otra de las grandes "criptonitas" de estos días es lo difícil que nos resulta hacer foco, y esto tiene que ver con la multiplicidad de estímulos, la falta de un patrón de horarios y límites entre la necesidad de trabajar y de atender los temas personales en casa.
"La falta del patrón de horarios conocido al que debíamos responder se percibe como una amenaza, todo eso quedó transformado y despierta una distracción de múltiples estímulos que están a la vista y se presentan engañosamente como de día libre o de fin de semana. Por eso vestirse y bañarse a la mañana como cuando nos íbamos de casa ayuda a entrar en un nuevo momento del día. Es necesario acotar las distracciones con una agenda diaria, mental o escrita, donde le asignemos tiempos a cada cosa, tiempo de ocio, de higiene, de alimentación, de trabajo. Y tener objetivos diarios, ese nos dará foco y metas y nos obliga a apartar otros objetos que generar distracción para poder lograrlo", recomienda el psicoanalista.
A nivel familiar el escenario de aislamiento, de falta de clases y de teletrabajo puede generar profundo cansancio y estrés: hablar con los chicos sobre cómo se sienten, contarles los intentos de nuevas rutinas de cada día y también conversar de lo que está ocurriendo en el mundo como algo de lo que estamos aprendiendo todos.
"Que los chicos entiendan que no se trata de tiempo de ocio, sino de cuidarse para cuidar al otro, y también que, según la edad, se sientan cada vez más responsables de sostener ellos mismos su proceso de aprendizaje", cierra.
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