En un contexto de caída del consumo interno (1,6% en lo que va del año), la industria vitivinícola reclama por la presión tributaria que alcanza al sector. Por ejemplo, para una bodega pequeña (1 millón de litros al año) los impuestos significan el 63% del excedente de explotación, mientras que en una pequeña (10 millones de litros) llega al 65%. En tanto, la media de la presión de los impuestos es del 58% en esta cadena.
Los datos se desprenden de un trabajo del Observatorio Vitivinícola Argentino, la Corporación Vitivinícola Argentina, la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad Nacional de Cuyo y la Asociación de Cooperativas Vitivinícolas Argentinas, con la participación de la Bolsa de Comercio de Mendoza.
En la actividad primaria, la carga tributaria sobre el excedente implica 43% para una finca pequeña (100.000 quintales), es decir que 43% del excedente de explotación se utiliza para pagar impuestos. En esta línea, la vitivinicultura aportó al fisco el año pasado unos $4400 millones.
En 2017 se vendieron 900 millones de litros de vino en el mercado doméstico, con una facturación de $ 58.000 millones. El consumo per cápita cerró en 2017 en 20,3 litros. El 20% de la producción se exportó. Entre vino, jugo concentrado de uva, pasas y uva en fresco se vendieron US$953 millones a 122 países. En abril las exportaciones cayeron 7,6% interanual; ahora se espera por el efecto que tendría la devaluación.
La cadena vitivinícola generó valor agregado por $38.000 millones. Un tercio lo aportó la producción de uva para vinificar. Esos $12.800 millones es casi el mismo monto generado en la etapa de comercialización, $13.000 millones.
El fraccionamiento y la elaboración de vino en conjunto aportaron uno de cada tres pesos de valor agregado y el "turismo del vino" aportó más valor agregado que la uva de mesa y la pasa de uva, con $934 millones.
Del reporte se desprende una generación de riqueza por hectárea de $170.000 que se distribuye en las 18 provincias en las que se desarrolla la actividad. El valor incluye lo generado a partir de la uva, vino, jugo de uva, pasa de uva, uva de mesa y turismo.
La cadena vitivinícola es una gran demandante de insumos: en el fraccionamiento de vino fueron $15.000 millones el año pasado.
El sector genera alrededor de 385.000 puestos de trabajo (106.000 directos); el 30% del valor agregado generado por la venta de vino es mano de obra; en la producción de uva para vinificar llega al 70 por ciento.
Según el trabajo, la cadena vitivinícola equivale al 0,4% del PBI, un valor que luce bajo pero hay que tener en cuenta que la actividad se desarrolla en el 0,1% de la superficie del país. Su peso en el producto bruto interno multiplica por cuatro la superficie que ocupa, ya que tiene una amplia distribución territorial (18 provincias), poco espacio y alto valor agregado.