Los problemas del lado de la oferta aceleran la toma de decisiones del lado de la demanda

Las definiciones de oferta granaria a nivel global son siempre un desafío interesante, puesto que generalmente dependen de una variable difícil de predecir como es el clima. Pero si además de eso tenemos que pensar en la “función” de oferta por cuestiones de índole geopolítica, el análisis del mercado resultará, sin duda, más sugestivo para los que nos dedicamos a esto, aunque mucho más incierto para los que lo padecen.

Pues bien, el año 2022 posee ambos efectos. Casi como una premonición de los antepasados o como un designio divino, en dos de las regiones más importantes del mundo desde el punto de vista del comercio de granos hay complicaciones. En Sudamérica por los consabidos problemas productivos vinculados con el clima y en la exURSS por cuestiones geopolíticas.

En este último caso, la preocupación radica en que ante una eventual invasión rusa sobre Ucrania se complique la logística sobre el puerto de Odessa y con ello buena parte del abastecimiento de trigo, girasol y aceite de girasol a los países de Europa y, sobre todo, al norte de África y a Medio Oriente.

Rusia y Ucrania son responsables, en tal sentido, por cerca del 30% de las exportaciones mundiales de trigo, del 32% de las ventas globales de semilla de girasol y de aproximadamente el 80% del comercio internacional del aceite de girasol. Sudamérica, por su parte, resulta determinante en las exportaciones de soja y maíz.

Compradores preocupados

Naturalmente que lo comentado más arriba preocupa y mucho a los compradores. En este sentido, las compañías denominadas de productos de consumo inmediato (FMCG, por sus siglas en inglés) están incrementado sus stocks de reserva estratégicos ante la eventualidad de un conflicto bélico.

En aquellos países netamente importadores (la India con el aceite de girasol, por ejemplo) se están incrementado las existencias de 75 a 100 días. Y no son los únicos. Esta situación también ocurre en otros países, al igual que sucedió durante 2020 y 2021 con la pandemia. El temor y la incertidumbre se hacen más agudos, además, cuando la producción en nuestra región resulta menor por la sequía.

Claro está que lo de Rusia y Ucrania es una eventualidad y que en la medida en que logre desactivarse también se debería ajustar el “sobreprecio” en el mercado de Chicago. Por el momento, pareciera que estamos frente a un pent up demand (demanda acumulada) que no necesariamente implica un incremento en el consumo, pero sí en una mayor demanda estratégica por temor a posibles restricciones futuras.

“Si me preguntas a mí como comprador, te diría que es mucho más importante hoy tener el producto que a qué precio lo estas consiguiendo”, fue el comentario que nos hizo un importador desde un importante país del sudeste asiático, a lo que agregó: “El abastecimiento es fundamental en estos contextos de incertidumbre. Porque una cosa es ser productor de alimentos y otra es ser neto importador de los mismos”.

Ya habiendo pasado un mes y medio de iniciado el año, el reloj sigue su curso sin pausa. Dentro de dos meses, allá por fines de abril y principios de mayo iniciaremos una nueva cuenta regresiva, esta vez con las siembras de maíz y de soja en Estados Unidos. Por el momento, el monitor de sequía muestra que cerca del 90% de los nueve Estados del oeste estadounidense están padeciendo una sequía y, el pronóstico estacional de la Administración Nacional del Océano y la Atmósfera no prevé mejoras hasta fines de abril.

Si bien todavía falta mucho, hay que comenzar a mirar los pronósticos para el verano boreal. Porque, en definitiva, ya las cosechas récord no necesariamente implican mejoras en los stocks globales de estos productos. Lo que hay que analizar es qué puede ocurrir si las producciones fracasan. En parte, algo de eso estamos viendo en el actual escenario de precios. Para seguir con atención.

El autor es socio de Nóvitas SA